Los motores de los autos rugen, las bocinas refunfuñan. Es la mañana del último jueves de enero en Estación Central, específicamente en la esquina de Alameda con Cienfuegos. En el lugar hay cuatro carpas y un hombre se acerca a una de ellas con una bolsa con cuatro hallullas. Lo espera una mujer, es hora de desayunar.
Frank Martínez Canelón (22) llegó hace un año desde Caracas, Venezuela, y lleva dos semanas viviendo aquí. Lo acompaña su pareja, Issa Faríaz Díaz (18). Juntos cruzaron la frontera por Colchane, para bajar a Iquique y continuar el camino al sur, hasta la capital.
Martínez dice ganarse la vida cantando rap en el transporte público, aunque también vende dulces o limpia vidrios. En Santiago, cuenta, ha perdido todas las expectativas de acceder a una vida distinta a la que tenía en su país, por lo que asegura estar juntando dinero para viajar a Curicó, donde espera encontrar algún trabajo en el campo. “No hemos hablado con nuestros padres y, la verdad, no les diría cómo estoy viviendo ahora”, confiesa.
Su hogar es de nylon y poliéster, como el de centenares de personas que han comenzado a ocupar los espacios públicos de la Región Metropolitana y el país. Según el Resumen Nacional de Personas en Situación de Calle, realizado por el Ministerio de Desarrollo Social, hasta marzo de 2021 se contabilizaban 16.573 personas en situación de calle, 1.000 más que las 15.500 que había en abril de 2020.
El estudio no refleja el impacto de la crisis migratoria. Según el muestreo, los extranjeros sin techo solo serían 294 en todo Chile (1,8%). No obstante, existe una cifra negra que no permite abarcar el fenómeno en toda su extensión.
A pocas cuadras de calle Cienfuegos, en la Alameda con Brasil, el bandejón central está tomado por 10 carpas. Aquí, R.C.H. (33), otro venezolano proveniente de Caracas, cuenta que se reúnen entre 20 a 30 personas, sobre todo en las noches. “Son varias familias, todas de Venezuela”, explica. Se ayudan a cocinar, a conseguir dinero, a lavar la ropa y a cuidarse.
Llegó a Chile el año pasado. Ingresó por Colchane de forma irregular. Durmió en las calles de Iquique algunos meses, pero ante la saturación de personas en situación de calle que afecta la ciudad, arrastrados por la ola migratoria que golpea al norte del país, decidió emigrar a Santiago.
“Los venezolanos tenemos sueños, metas, familias. No queremos estar así”, señala. Como él, todas las personas que se ubican en este sector son venezolanas, y han llegado a la calle por falta de recursos para pagar un arriendo.
No solo extranjeros
A medio kilómetro de La Moneda, desde la estación de Metro Los Héroes hacia el poniente, el paisaje en la Alameda esté marcado por la presencia de carpas en el bandejón central. Algunas agrupadas, otras, separadas. Si se contaran a todas hasta Meiggs, el número fácilmente supera las 20.
Ahí, seis carpas albergan a otro grupo de venezolanos. Entre ellos está Jesús Santaella Arévalo (29). Duerme aquí desde el sábado pasado (22 de enero) junto a su esposa, Kelly Lozano Castillo (36), y el hijo de ella, de 13 años.
Pero también hay carpas en el sector oriente. En el Parque Balmaceda, justo frente a la Torre Telefónica, en Providencia, varias tiendas se han ubicado desde el estallido social de 2019.
David Herrera (50), chileno, dice llevar una semana durmiendo en este lugar. Llegó a la calle tras ser deportado desde Alemania: fue condenado por tráfico de drogas en 2018. Aquí vive junto a un amigo y aunque son varias las improvisadas viviendas, no hay comunicación entre ellos. Cada uno vela por su propio bienestar.
Cerca de este lugar, en la avenida Santa María, a la altura del puente peatonal Condell, también hay carpas. Pero aquí es diferente: ya no están en bandejones ni plazas, sino literalmente a la orilla de la calle, entre el pavimento y la pequeña reja negra que separa de la ribera del río Mapocho. Son más de 10 y no se sabe desde cuándo están aquí, pero vecinos presumen que llegaron tras ser desalojados de la plaza ubicada entre la calle Artesanos y Santa María, en la intersección con Recoleta.
Un punto donde históricamente se han reunido personas en situación de calle es la ex Posta Central. Ahí, es común ver a indigentes deambular y dormir por sectores aledaños. Marcelo Castro (50) es uno de los moradores de las aceras colindantes al recinto de salud, por calle Portugal. En su caso, explica, él llegó a la calle hace 25 años junto a su esposa. Para ganarse la vida ha montado un puesto en la vereda donde vende libros, zapatos y ropa, todos donados.
En las cercanías del emblemático recinto de salud hay varias carpas de camping, pero también hay otro tipo de improvisadas estructuras, armadas por colchones, bolsas de basura, frazadas o sábanas. La presencia de adultos mayores es notoria.
Sobre una pequeña frazada, en la Plaza de los Libros, justo en la intersección de las calles Marcoleta, Lira y Diagonal Paraguay, a metros del Hospital de la UC, Manuel Serna Gómez (89) aparece como el único ocupante del lugar. Lleva poco más de un año viviendo en la calle, arrastrado por la imposibilidad de pagar un arriendo y comer, pues su pensión, asegura, es de $ 188.000.
En las cercanías de la Urgencia del Hospital San Juan de Dios, en la esquina de las calles Herrera con Agustinas, también hay moradores de la calle. Desde lejos, se ve un pequeño campamento, que incluso posee un refrigerador y una gran radio.
“Estallido habitacional”
Actualmente, el difícil acceso a la vivienda en Chile -que afecta a unas 600 mil familias- asoma como una de las crisis más complejas. Tras la pandemia, muchas personas perdieron empleos, obligándolos a cambiar de hogar, pasando al allegamiento, hacinamiento o, incluso, a la vía pública.
Loreto Ramírez, jefa técnica de inclusión de personas en situación de calle del Hogar de Cristo, separa en cuatro grupos a las personas que atraviesan este problema: “Están las personas de la tercera edad, las familias, los niños y adolescentes y mujeres. Todos estos grupos, de alguna forma u otra, han sufrido de exclusión o precariedad en su entorno, por lo que hoy están en la calle”.
Según Sebastián Bowen, director ejecutivo de Techo, de la Fundación Vivienda y de Déficit Cero, este problema “es un síntoma del estallido habitacional, que veremos cómo seguirá creciendo en los próximos meses”.
Para el sociólogo, el encarecimiento de la vivienda, del arriendo, y la reducción de empleos, arrastró a muchas personas a tomarse un terreno, fenómeno que tiene a 81.000 familias viviendo en campamentos.
Por ahora, las organizaciones sociales, los municipios y el gobierno trabajan para amortiguar el notorio aumento de los sin hogar. En Santiago Centro, por ejemplo, una de las comunas más afectadas por esta situación, han implementado el Programa de Personas en Situación de Calle, que tiene por objetivo mejorar el acceso de estas personas a un alojamiento temporal. Allí, cuentan con una residencia para 25 personas, además de un centro de acogida municipal.
“Como parte del Plan Barrios Calle Cero existe un enfoque en la disminución de la situación de calle en territorios acotados, mediante la supervisión y seguimiento de casos, cuantificación y monitoreo estadístico y la coordinación de la red de servicios sociales locales”, dice Hugo Cuevas, director de la Dirección de Desarrollo Comunitario (Dideco) de la Municipalidad de Santiago.
“Es cada vez más difícil poder acceder a una vivienda, sobre todo para personas con escasos recursos. De hecho, más de la mitad del déficit habitacional en el país está concentrado en los dos quintiles más pobres. Los precios de arriendo están en sus valores más altos y el acceder a una vivienda como propiedad, de acuerdo a diversos estudios, está catalogada en Chile como severamente inalcanzable”, dice Pía Palacios, directora del Centro de Estudios Socioterritoriales de Techo.