Columna de Alejandro Padilla: La angustia por el “Pichanga” Altamirano

Javier Altamirano sufrió un episodio convulsivo durante el partido entre Estudiantes y Boca Juniors.
Foto: @javialtamirano7/ Instagram.


Por Alejandro Padilla, formador de Javier Altamirano en Huachipato

Ese domingo tenía el control remoto en la mano. Estaba entre el partido de la Católica con Audax y el de Estudiantes con Boca. El segundo, claramente por Javier Altamirano, un jugador al que formamos en Huachipato y con quien hasta hoy mantenemos una linda relación. Como entrenador, uno siempre guarda un especial cariño por los jugadores que tuvo, más si después tienen un desempeño notable. Es su caso. Verlo ahí, desplomado, me produjo angustia. Sentí mucha pena, conmoción y preocupación. En ese momento, uno no piensa en el jugador, sino en la persona. Acá, a mucha gente le pasó lo mismo. Hay varios que están haciendo cadenas de oración para pedir que se recupere pronto. Es lo que deseamos todos.

A Huachipato llegó a los 10 años. Yo lo tuve entre los 15 y los 16. Es toda una vida. Lo vi crecer. Siempre ha sido un chico bueno, cariñoso, simpático y risueño. Además, cercano a su familia. A los entrenamientos lo acompañaban sus abuelitos. Era imposible no encariñarse con él.

Nunca en la etapa formativa tuvo un episodio de ese tipo. Ni siquiera se lesionaba, pese a que jugaba bastante, por sus condiciones naturales. Esto sorprende, no sé qué origen puede tener. Eso ya es un tema de los médicos.

Javier siempre fue una de las figuras de su categoría. El otro era Ignacio Tapia, que ahora está en la U. A esa edad, hay varios que muestran capacidades, él las mantuvo. Ahí está la diferencia. Tenía buena técnica, capacidad de dribbling, buen golpe al balón, destacaba por ese lado. Era más bien delgado, por lo que las diferencias las marcaba con la pelota.

Por esos días, ni siquiera se imaginaba llegar al lugar en que está ahora. Hoy, los cabros chicos quieren ser Vidal y Alexis. En esa época, Javier jugaba nomás. Era fácil de dirigir, porque le gustaba jugar. Suena raro, pero no siempre es así. Acá le decían “Pichanga”, qué más gráfico que ese apodo. Y era por lo mismo, porque siempre le gustó la gambeta, jugar bonito, esas cosas que se han ido perdiendo. Con el tiempo le agregó velocidad y se transformó en un jugador más completo todavía.

Siempre le vi condiciones para llegar al alto nivel. El tema era que después las mantuviera. Lo hizo a punta de esfuerzo y trabajo. Primero para llegar al primer equipo y luego para destacarse y dar el salto a Argentina y la Selección. De lo que siempre estuve convencido era que tenía de qué afirmarse y lo hizo. Ahora, en todo caso, la preocupación es otra: que se recupere pronto y bien. Y que vuelva al lugar donde es feliz.