Por Alonso Segura Vasi, Ex ministro de Economía y Finanzas de Perú (2014-2016)

El Ministerio de Economía y Finanzas de Perú estima un crecimiento del PBI de 1,1% este 2023. Excluyendo la época de la pandemia, este podría ser el año de peor crecimiento desde inicios del siglo. El contexto externo no explica un desempeño tan decepcionante pese a la subida de costos de financiamiento y de la espiral inflacionaria que socava los ingresos reales, pues no ha sido un mal año de crecimiento global y los términos de intercambio se han mantenido elevados. Tenemos que mirar hacia adentro para encontrar las razones.

Si bien choques climáticos han afectado al agro y la pesca, estos han sido compensados por efectos transitorios en producción minera. Lo que hay es un debilitamiento marcado de confianza empresarial que inicia con el expresidente Pedro Castillo y que lleva casi 30 meses. Ello ha devenido en una severa contracción de la inversión privada y ralentización del consumo privado.

Aún más preocupante es el deterioro institucional y de una clase política cada vez más fragmentada, polarizada, clientelista y desconectada de las necesidades del país. Tener seis Presidentes y 12 ministros de Economía y Finanzas en los últimos siete años es una consecuencia de esta erosión político-institucional.

Hay quienes creían, erróneamente, que la política y la economía discurrían por vías paralelas. Si bien esto nunca fue así, eso ya es ahora evidente.

Sin embargo, es pronto para perder la fe en el Perú. Tenemos una Constitución garantista de la inversión privada, fortalezas monetaria y externa inigualables, solidez fiscal (Chile ya nos pasó en deuda pública bruta), vasto potencial minero y agroexportador sin explotar, una ubicación estratégica en el continente que el nuevo megapuerto de Chancay y la ampliación del Aeropuerto Jorge Chávez permitirán concretar, la segunda mejor calificación crediticia en América Latina detrás de Chile, entre otros.

Perú seguirá siendo un atractivo destino de inversión chilena. Está en los peruanos abocarnos a mejorar nuestra clase política.