Por Álvaro Ceppi, director de la Escuela de Cine y Realización Audiovisual de la Universidad Diego Portales.
Hace pocos días “Intensa-mente 2″ se convirtió en la más vista de la historia de Chile, con más de 3,2 millones de espectadores y contando. Se podría argumentar que el éxito de la película radica en el atractivo del cine de animación para convocar a las familias durante las vacaciones escolares, cuando una bolsa de cabritas y una sala calefaccionada pareciera ser el panorama ideal para una fría tarde de invierno. Por supuesto que el contexto ayuda, pero la diversidad del público habla de un fenómeno más complejo.
Pixar, el estudio iniciado por un grupo de animadores, académicos e ingenieros informáticos liderados por John Lasseter y Steve Jobs -sí, el mismo de Apple- hace casi 40 años, parece haber dado con una fórmula secreta narrativa con su animación generada por computadora: dar vida y personalidad a objetos que en la vida cotidiana pasarían inadvertidos, construyendo grandes y complejos universos narrativos a partir de ellos. Es así como sucede desde su primera película, “Toy Story”.
Es decir, van al corazón de esta disciplina que combina narrativa, arte y tecnología, una que viene del latín anima, que significa alma. Por lo que animación se podría definir, desde su raíz etimológica, como “dotar de alma”.
Es así como este público diverso de todas las edades viene a observar cómo adquiere alma lo que hasta ahora parecía invisible. En este caso, una dimensión intangible de nuestra existencia, como son las emociones y la salud mental. Y en esta secuela, avanzando desde las emociones de la infancia a otras mucho más complejas en el tránsito a la adultez, como la ansiedad. Un estado que puede identificar a muchas y muchos quienes debemos sobrevivir en una sociedad competitiva y altamente exigente, encorsetada por mandatos muchas veces inalcanzables.
No es extraño que la película tenga tanto éxito en Chile, donde la salud mental se ubica como un tema cada vez más urgente y relevante. Y es ahí cuando el cine, como buen arte popular, se alinea con el diálogo e interés social para abordar temas relevantes de la agenda y debate público.
Aunque sea una película de la gran industria -y nuestras pantallas lloran por mayor diversidad e identidad local-, “Intensa-mente 2″ ha conseguido convertirse en este hito de público en un contexto donde la experiencia colectiva de ir al cine ha retrocedido frente a la arremetida del streaming y las redes sociales.