Columna de Alvaro Soto: La revolución de la Inteligencia Artificial
Por Alvaro Soto, Director Centro Nacional de Inteligencia Artificial – CENIA.
Durante las últimas semanas he tenido una avalancha de requerimientos para opinar sobre la aplicación del momento: ChatGPT. Para mi pesar, el 99,9% de estas entrevistas se ha centrado en si las máquinas nos reemplazarán, o si las máquinas tendrán sentimientos. En mi opinión, el escenario fatalista de nosotros contra las máquinas es algo que está lejos de la realidad. Lo cierto es que aplicaciones como Chat-GPT son máquinas y por ende herramientas que, tal como ha ocurrido históricamente, están a disposición de las personas.
Para lo anterior hay que remontarse a fines de los años 80. Gracias a los computadores ingresamos a la era de la información, que con su exponente más destacado, la internet, puso el conocimiento a unos clicks de distancia. Sin embargo, tener la posibilidad de acceder al conocimiento no implica que uno pueda dar con lo que busca o necesita. En ese escenario, en 1996, Larry Page and Sergey Brin, inventaron una técnica denominada PageRank que facilitaba este acceso. En base a ella, formaron un imperio: Google. Sin embargo, como todos hemos experimentado, esta tecnología puede resultar muy frustrante, especialmente si queremos interactuar con ella para guiar una búsqueda.
En una hebra paralela de la historia, los investigadores de la Inteligencia Artificial (IA) encontraron en el aprendizaje de máquina un excelente aliado para desarrollar máquinas con capacidades cognitivas. Mediante un aprendizaje con millones de millones de millones de secuencias de texto, en un área denominada aprendizaje de modelos de lenguaje, surgió GPT, la tecnología detrás de ChatGPT, logrando lo impensado: aprendió a “entender” el lenguaje. No solo eso, pues de paso “leyó” millones de documentos sobre los cuales ahora podemos consultar en forma interactiva usando lenguaje natural.
¿Qué implica lo anterior?, de partida una nueva herramienta super poderosa para accesar grandes fuentes de conocimiento, la cual hace aparecer a PageRank como algo muy rudimentario. Como muestra, un par de botones: “GPT, puedes encontrar un email que envié hace 2 meses a mi hija, era sobre nuestra mascota”; “GPT: puedes indicarme si el resultado de los exámenes de sangre del paciente muestran yara yara ...”, supongo se capta la idea. En el futuro muy pero muy cercano, estos nuevos asistentes virtuales revolucionarán nuestros entornos laborales, educacionales, y creo todo lo que se nos venga a la mente. Asimismo, nuevas máquinas cambiarán nuestros entornos domésticos y sociales: “GPT-Robot no olvides lavar los platos”. Quizás lo más revolucionario es que esta tecnología impactará las fibras mismas del desarrollo tecnológico: nuestros métodos científicos, poniendo a disposición de la comunidad científica una herramienta de exploración que acelerará enormemente los nuevos descubrimientos.
Hace 500 millones de años ocurrió algo sorprendente: la explosión cámbrica. En una fracción de la historia del tiempo se formaron la mayor parte de las familias de animales que conocemos hoy. Una de las hipótesis indica que el factor habilitante fue la formación del sistema visual, lo cual permitió a los animales percibir su entorno, y con ello explorar y entender el mundo. En los próximos años seremos testigos de una explosión cámbrica en nuestro entorno tecnológico, con la aparición de una inmensa y diversa gama de nuevas herramientas dotadas de IA avanzada, que si la manejamos correctamente, potenciarán significativamente al ser humano.
¿Y el debate ético?, es algo más fundamental que nunca. En su estado actual, máquinas como ChatGPT son increíbles para manejar conocimiento, sin embargo, no son capaces de distinguir entre bien y mal, peligro o no peligro, etc. Así, para los científicos de la IA nuestro gran desafío es desarrollar técnicas que permitan entender a profundidad y alinear el comportamiento de estas máquinas a los valores humanos. Por su parte, para nuestras autoridades, el gran desafío es entender los alcances de esta tecnología y, acorde a ello, regular sus efectos negativos, para que, como debe ser, estas nuevas herramientas estén al servicio de la personas, aportando a mejorar la calidad de vida de nuestra sociedad e individuos.