Columna de Andrea Slachevsky: Galileo y el Alzheimer
Por Andrea Slachevsky, Neuróloga Centro de Memoria y Neuropsiquiatría Universidad de Chile y Hospital del Salvador.
En 1907, Alois Alzheimer publicó el artículo “Sobre una enfermedad específica de la corteza cerebral”, que describía el caso de Auguste D., una mujer de 51 años que falleció por una “nueva” enfermedad cerebral y cuyo cerebro presentaba lesiones similares a placas. En 1911, Max Bielschowsky, neuropatólogo alemán, propuso que esas placas correspondían a acúmulos de una substancia llamada “amiloides”. El Alzheimer se olvidó por décadas, pero en 1984 se describió una asociación entre placas de amiloides y una proteína, el péptido “beta-amiloides”. En 1999 se mostró que tratamientos con anticuerpos que gatillan una respuesta inmune contra el péptido beta-amiloides “curaba” el Alzheimer en un modelo animal de la enfermedad. Este fue el inicio de los tratamientos para el Alzheimer basados en el beta-amiloides. Hasta la fecha, todos los intentos han sido infructuosos. Más de 40 ensayos clínicos dirigidos a disminuir las placas de amiloides han fracasado: los ensayos se interrumpieron por tener importantes efectos adversos o no tener efecto ni siquiera en personas con formas hereditarias de Alzheimer asociadas al amiloides. El 2021, la FDA aprobó, con gran polémica, el medicamento Aducanumab, basado en anticuerpos contra el péptido beta-amiloides, el cual no fue aprobado por la Agencia Europea de Medicamentos. Recientemente, un comité de la Cámara de Representantes de EE.UU. criticó duramente a la FDA por aprobar un fármaco de altísimo costo sin beneficio clínico significativo. Sin embargo, hace unas semanas, la FDA aprobó por una vía expedita el Lecanemab, otro medicamento contra el Alzheimer basado en anticuerpos contra el beta-amiloides. Su aprobación ha generado nuevamente una gran polémica, pues aumentaría el riesgo de hemorragias cerebrales y, si bien se reportaron diferencias entre quienes recibieron el fármaco y quienes no, su significancia clínica ha sido criticada.
En el siglo XVII, Galileo rompió con la tradición aristotélica al proponer que nuestros sentidos no reflejan necesariamente la realidad, sino que son apariencias que nos pueden llevar al error. Así, la ciencia no puede limitarse a lo directamente perceptible, sino que se requiere aprender a “leer” la realidad. Quizás estas ideas de Galileo pueden ayudarnos a entender los fracasos en la búsqueda de una cura para el Alzheimer: la causa del Alzheimer no está en lo más visible - las placas de amiloides - y es necesario ir a buscar respuestas más allá. Los resultados de las investigaciones sugieren que lo que sabemos del Alzheimer es insuficiente y que sus causas no se reducen a un simple depósito de amiloides.
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