Por Arshin Adib Moghaddam, académico de Pensamiento Global en la Universidad SOAS de Londres. Autor de What is Iran?, de Cambridge University Press
El conflicto sobre Palestina se ha prolongado durante más de 100 años. Lo veo como uno de los legados no resueltos del período colonial y la violencia original que acompañó a la creación de Israel. Por lo tanto, es sintomático que el último espasmo de violencia estalle sobre los problemas de Jerusalén y los refugiados.
Tal como lo estudié para mi más reciente libro What is Iran?, el gobierno de derecha israelí de Benjamin Netanyahu fue impulsado en su enfoque de cero acercamiento hacia los palestinos por el gobierno de Trump y las monarquías árabes totalitarias que “normalizaron” las relaciones con Israel sin concesiones que fomenten la paz regional. Netanyahu es un político reaccionario y miope, contaminado por repetidas acusaciones de corrupción, que está arriesgando la vida de ciudadanos israelíes para sus propios logros políticos. En esta incapacidad de imaginar la paz, la empatía y la diplomacia como alternativas a la violencia y la destrucción, Netanyahu es muy similar al líder de Hamas, Ismail Haniyeh, cuya comprensión del conflicto es igualmente estrecha.
Por tanto, la ausencia de una iniciativa viable para la paz se ve agravada por una falta de gobernanza competente en todas las partes. El derecho internacional de Naciones Unidas es claro sobre el conflicto: Israel necesita regresar a las fronteras anteriores a 1967. Para que eso suceda, el país debe cambiar lo que Human Rights Watch denominó un sistema de “apartheid”, que es tan típico de la mentalidad colonial que fomenta la administración de Netanyahu.
Los israelíes y palestinos merecen una mejor gobernanza, líderes más ilustrados y el apoyo de la comunidad internacional como árbitros verdaderamente independientes de esta crisis. Palestina es un problema mundial: ya hay actos antisemitas en todo el mundo y crímenes de odio contra los árabes, y desde América del Sur hasta Asia oriental, el conflicto sigue siendo divisivo.
Una fórmula para la paz llevada por una nueva política de amor y empatía es posible y muy necesaria. Solo dentro de tal constelación, israelíes y palestinos pueden comenzar a sanar juntos.