Columna de Arturo Orellana: Nueva Alameda multicultural
Por Arturo Orellana, director Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, PUC.
El proyecto de renovación y limpieza en los ocho kilómetros del eje entre Plaza Italia y Pajaritos, constituye una primera iniciativa dentro del ambicioso plan de recuperación del eje Alameda liderado por el Gobierno Regional y la concurrencia de los municipios que compromete su trazado. Su importancia y urgencia no admite cuestionamiento, pese a la innegable incertidumbre sobre su efectividad en el tiempo, si no va acompañado por otras iniciativas que vayan en favor de revalorizar este eje estructural de gran valor histórico y patrimonial.
Recuperar este espacio público en toda su extensión supone recuperar un activo fundante de Santiago, no solo por su rol articulador de la movilidad en torno al centro de la capital -tanto transporte público como la movilidad activa-, sino como un corredor verde en la medida que vaya acompañado de un proyecto de arborización. Lo anterior permitirá que este eje no solo sea un lugar de paso, sino de verdadero encuentro de la ciudadanía, incluso turístico. Es decir, no solo consagrado a la condición natural para manifestaciones políticas o celebraciones deportivas.
No se puede desconocer que en torno a la Alameda se han ido combinando procesos de renovación urbana desde los 90, impulsados inicialmente por subsidios estatales y posteriormente por la proliferación de proyectos inmobiliarios mal llamados “ghettos verticales”, con desarrollos comerciales y de servicios diversos, pero con una mayor tendencia hacia la precarización hacia el poniente por la presencia de comercio informal.
No obstante, surge también reconocer la diversidad social, económica y cultural que ha ido repoblando las manzanas más próximas a la Alameda desde las últimas décadas, así como sus implicancias en el desarrollo de prácticas y hábitos en el espacio público. Esto podría ser un potencial si se logra debidamente integrar en el plan de Nueva Alameda.