Columna de Barah Mikaïl: Al Qaeda, la supervivencia del terrorismo
Por Barah Mikaïl, director del Observatorio de las crisis contemporáneas – Universidad Saint Louis en Madrid
La muerte de Ayman Al Zawahiri, ideólogo de Al Qaeda, es un evento importante en el recorrido de la organización, de la cual fue un pilar. Zawahiri era el origen verdadero de la marca “Al Qaeda”, y en este sentido, era tan importante como Osama bin Laden, líder de la red hasta su muerte en Pakistán en 2011.
Pero la muerte de Al Zawahiri, tras un ataque liderado por Estados Unidos en Kabul, la capital afgana, tampoco supone necesariamente un golpe tan duro para Al Qaeda. El auge de este grupo prevaleció en la década de los 2000, después de los ataques del 11 de septiembre en 2001, pero la realidad estructural de la organización ha ido cambiando con el tiempo.
Al Qaeda se hizo famosa tras el golpe duro e imprevisto que dio en 2001 a la primera potencia mundial. La lucha contra el terrorismo fue proclamada prioridad internacional, y de ahí vinieron políticas y medidas que incluyeron, entre otros, a la invasión de Afganistán e Irak, bajo el lema de la guerra contra el terrorismo. Pero durante las dos décadas que siguieron, Al Qaeda dio lugar a otras organizaciones radicales y/o violentas.
Por un lado, aparecieron organizaciones regionales que usaron del nombre de la red de Bin Laden y Al Zawahiri para instituirse como franquicias: Al Qaeda en el Magreb islámico, Al Qaeda en la península arábica, así como Tahrir al-Sham (rama de Al Qaeda en Siria), pero consiguieron su propia autonomía. Por eso, sobrevivirán a la muerte de Al Zawahiri, con quien no tenían vínculos en realidad, como sobrevivieron a la muerte de Bin Laden.
Por otro lado, mientras prevalecen organizaciones radicales parecidas que no están vinculadas a Al Qaeda, como el Estado Islámico, también destaca la expansión del número de simpatizantes de organizaciones radicales, como vemos en el Sahel y África.
En otros términos, luchar contra el terrorismo supone luchar contra lo que radicaliza a la gente. Y este objetivo se consigue mejor tratando a las causas verdaderas del radicalismo (pobreza, sentimiento de injusticia…) antes de eliminar a figuras del terrorismo que acabarán reemplazadas por otras.