Por Carlos Turdera, periodista y corresponsal en Brasil.
Las recientes elecciones municipales no fueron un nocaut para Lula, pero casi. De las 5.570 alcaldías en disputa, su Partido de los Trabajadores (PT) y otras organizaciones de izquierda obtuvieron, juntos, sólo un 17%, quedando en 9° lugar. El PT perdió en estados pobres donde solía ganar y ya no es tampoco favorito de la clase trabajadora. No es el único rechazado: el Partido de la Social Democracia (PSDB) no logró ni un solo alcalde. Y el Movimiento Democrático (MDB), tradicional líder centrista, perdió la supremacía.
¿Quién ganó entonces? El Partido Social Democrático (PSD), que, a pesar del nombre, es de derecha y quedó primero en el ranking con 878 alcaldías, dejando inclusive al partido de Bolsonaro (PL) en 5º lugar.
En Sao Paulo, principal distrito nacional, el PT no presentó candidato propio y Lula apoyó al socialista Guilherme Boulos, que irá a segunda vuelta contra el incumbente Ricardo Nunes (derecha).
Allí también surgió Pablo Marçal, un outsider tan provocador que, en un debate televisivo, le dieron un sillazo en vivo. Exaliado de Bolsonaro, Marçal posteó, dos días antes de la votación, una prueba médica de que Boulos consumía drogas. El documento era falso.
Aún así, el 28,1% de votos que consiguió refleja el cansancio de votantes con partidos tradicionales y su apertura a nuevas figuras, aún polémicas, más allá de los bolsonaristas. Este es un dato central: la pluralidad de nombres conservadores, de moderados a extremos, que dominan la escena.
Queda así en jaque el liderazgo de Lula, ya que la pérdida de apoyo en los municipios limita su capacidad de implementar políticas progresistas. Resta ver si esta debilidad continuará en caso de buscar una reelección en 2026. Imponderables siempre pueden cambiar el rumbo de la historia.
Sin embargo, algo es claro: hoy la izquierda perdió sintonía con el electorado. La nueva derecha, las redes sociales y la propia política de Lula han contribuido a ello. No son solo las urnas, sino también la abstención del 21,72%. Es un récord de 34 millones de personas que no fueron a votar.