Columna de Carlos Turdera: Maduro, un yacaré en la sala
Por Carlos Turdera, periodista y corresponsal en Brasil.
Si bien la visita de Lula a Chile estaba anunciada meses antes de las elecciones en Venezuela, ello no evitó que en Brasil se la asociara directamente con la crisis que generó la proclamación de Nicolás Maduro para un nuevo mandato. En ese contexto, el “olvido” de la controversia venezolana en la declaración conjunta fue interpretado en medios brasileños como una concesión diplomática al Presidente Gabriel Boric para no “contaminar” la agenda. Al fin de cuentas, ambos tuvieron reprimendas del díscolo Nicolás.
El hecho de que los progresistas Lula y Boric disientan en el “caso Maduro” tuvo efectos paradójicos en el campo minado de la polarización brasileña, como el de ver a seguidores de Bolsonaro criticando lo mismo que La Moneda.
El partido de Lula, por su parte, se concentró en el acuerdo de cooperación espacial, mientras el gobierno detalló los otros 18 firmados, con énfasis en el Corredor Bioceánico para la recuperación económica de Brasil. ¿Y Venezuela? Cero mención.
Diversos medios vieron en ello el pragmatismo político de Lula para fortalecer la relación con Chile, que destina a Brasil la mayor parte de sus inversiones en el extranjero (US$ 26 mil millones).
Pero la omisión de Lula también se interpretó como una señal de debilidad y una traición a los principios democráticos. Se cuestionó también la efectividad de su política exterior para abordar los desafíos regionales con la misma determinación que ha mostrado en otras latitudes, como Gaza.
Sin embargo, el partido de Bolsonaro (PL) también hizo mutis sobre Caracas. En definitiva, aunque a largo plazo esta visita podría fortalecer la posición de Brasil en la región, las críticas a Lula se enfocaron en su ambigüedad ante la controversia venezolana.
En octubre habrá elecciones municipales en 5.568 ciudades de Brasil y no es impensable que la oposición, que tiende a predominar, utilice como recursos de campaña esta deslealtad democrática y la ola de migrantes venezolanos que se espera. Mientras tanto, quedó la sensación de que el progresismo tiene no un elefante, sino un yacaré en la sala: sus aliados prefieren no hablar porque hasta a ellos los puede atacar.