Por Carmen Espoz, decana Facultad de Ciencias UST y Directora Centro Bahía Lomas
Fiu llegó repentinamente a nuestras vidas, y nadie ha quedado indiferente. Basta con leer los comentarios en redes sociales y nos daremos cuenta de que las personas aman a este siete colores: “No nos dejes”; “Gracias por tanta seratonina”; “La salud mental de este país está en tus manos”; “Te amo demasiado”, “Terminaré la carrera por ti”... Son algunas de las declaraciones que encontramos por la mascota de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Santiago 2023.
Ahora bien, quisiera creer que el aleteo y popularidad de Fiu se ha sentido a lo largo de todo Chile, despertando el interés por la conservación de las aves y los ambientes donde ellas viven. Sin embargo, fuera de tanta ambición, bastaría con captar la atención de un grupo de personas que quieran conocer más de las aves, sabiendo que luego pueden aportar a su conservación. Entonces, ¿Cómo aprovechamos el impulso que nos ha dado Fiu? ¿Por qué no pensar en dar mayor visibilidad y motivar a la ciudadanía a conocer los diversos centros de educación/salud ambiental en humedales amenazados u olvidados?
A nivel nacional tenemos ejemplos notables de humedales que convocan a las personas: La Chimba en Antofagasta; Batuco en la Región Metropolitana; la desembocadura del Rio Maipo en Santo Domingo; Maullín en la Región de Los Lagos; Río Cruces en Valdivia; humedales de Chiloé; Tres Puentes en Punta Arenas, y muchos más.
En el tiempo que llevamos trabajando como institución en el Santuario de la Naturaleza Bahía Lomas en Magallanes, y en otros humedales de Chile junto a socios comunitarios, hemos aprendido que la observación y escucha de aves tiene un impacto altamente positivo en las personas, por lo que no podemos dejar pasar esta oportunidad y vitrina que nos regala el Sietecolores de Santiago 2023. Necesitamos creatividad y voluntad para avanzar a otro nivel respecto a la conservación de las aves. Bien lo sabe Fiu junto a sus seguidores y seguidoras.
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