Por Carolina Sancho Hirane, Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile

Las imágenes emitidas desde la ciudad ucraniana de Bucha, constituyen uno más de los dramáticos ejemplos respecto a cómo la vía armada no es el camino para resolver los conflictos. Se evidencia que el camino de la violencia para resolver discrepancias internacionales tiene siempre un resultado nefasto. Se produce una disrupción en la población civil con diferentes aristas: en lo económico, perdiendo su patrimonio producto de un esfuerzo -muchas veces intergeneracional-; en lo humanitario, teniendo que abandonar el lugar donde se habita, pasando a una condición de desplazamiento con los peligros que ello implica y definitivamente la más importante, quienes pierden la vida, con la irremediable destrucción de familias.

De acuerdo a datos de organismos internacionales, la guerra entre Rusia y Ucrania ha significado a la fecha que más de 11 millones de personas han debido dejar su vivienda, ya sea como refugiados o desplazados. Casi un cuarto de la población enfrenta un futuro incierto y un destino geográfico final probablemente aún indeterminado.

En un primer momento, la acogida en países cercanos y de la Unión Europea ha sido favorable. Sin embargo, aparece como un gran desafío que puedan incorporarse en nuevas comunidades de manera participativa y sean integrados en forma inclusiva. Todo ello, mientras se resuelve un conflicto que de acuerdo con lo indicado recientemente por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, puede durar “meses, incluso años”.

En este contexto, la cooperación internacional es clave. En el corto plazo, apoyando al país invadido y favoreciendo el diálogo, que ponga fin a la violencia armada, a través de una negociación que promueva un proceso de paz. En el mediano plazo, será necesario revisar las principales amenazas a la seguridad y el concepto estratégico asociado, en una lógica post invasión de Rusia a Ucrania.

Los desafíos que genera no sólo involucra a los Estados más cercanos, sino que a países de otros continentes, cuya lejanía no implica indiferencia, pues en un mundo globalizado a medida que pasa el tiempo son más amplias las consecuencias de esta guerra.