Por Claudia Barattini, ex ministra de Cultura de Chile
Aunque nuestra idiosincrasia insular y la visión un tanto economicista que ha caracterizado nuestra diplomacia e Imagen País nos dificulte comprender la dimensión de la inserción de Chile en el mundo, una vez más nuestro país es noticia internacional, destacando por la potencia universal de sus artistas.
Y nada más y nada menos que en la 59º edición de la Exposición Internacional de Arte de Venecia, del sábado 23 de abril, donde la artista chilena Cecilia Vicuña recibió el máximo reconocimiento que otorga esta centenaria institución, el León de oro a la Carrera. La obra de Vicuña –política, feminista y anticipatoria– va más allá de las artes visuales porque ella es también una extraordinaria poeta. A través de sus quipus e hilos, nos habla de las conexiones profundas que iluminan tanto lo esencialmente humano como la transformación de la realidad. Siguiendo esta hebra chilena, la Exposición principal de la Bienal incorpora a otras dos creadoras nacionales: a la monumental Violeta Parra y a Sandra Vázquez de la Horra, pintora residente en Alemania.
Este año. el Pabellón Chile será representado con el Proyecto Turba Tol, que conecta arte, ciencia, cambio climático y genocidio cultural de los pueblos indígenas de la Patagonia. Un proyecto colectivo, liderado por mujeres curadoras, artistas, científicas y activistas Selknam y que parece particularmente pertinente en momentos en que Chile vive profundas transformaciones políticas y constitucionales.
Junto a otras 210 creadoras, de 58 países, estas artistas chilenas construirán un caleidoscopio universal de la contemporaneidad, para que Venecia vuelva a ser la capital mundial del arte contemporáneo en el momento más oscuro e incierto de la vieja Europa y del mundo desde la Segunda Guerra. Se trata del arte en busca de un nuevo optimismo, ante los sentimientos de desolación, abismal impotencia y perplejidad de la humanidad frente a la guerra, la crisis climática, la pandemia, la inteligencia artificial y lo post humano.
En esta edición de la Bienal, pareciera que su curadora, la italiana Cecilia Alemani, nos propone buscar la liana que permita a la humanidad el salto hacia un futuro posible. Para ello, plantea redimensionar el rol de lo masculino en la historia del arte y la cultura, transformando la muestra en una decidida y explícitamente feminista. Apuesta a la capacidad creativa de las mujeres para imaginar nuevos mundos, “más allá” de la reivindicación de la simple igualdad, de la discusión de los géneros, de la guerra, de la pandemia, y de la enorme crisis civilizatoria que nos aflige.
La contundente presencia de Chile en la Bienal de Arte de Venecia es un buen ejemplo de la diplomacia multilateral, multidimensional, feminista y ambiental que nuestra Cancillería ha anunciado. Chile, un país pequeño, lejano y con una presencia creciente pero aun marginal en los circuitos del arte contemporáneo, pareciera que tiene mucho que decir a través de sus creadoras. Es de esperar que sepamos apreciar cómo nos ven desde otras latitudes y, a partir de ello, reconocernos con orgullo en nuestros artistas y avanzar también en reconocernos como chilenos.