Por Claudia Bascur, vicerrectora de Transformación Digital de la Universidad Andrés Bello.
Geoffrey Hinton, conocido como el “padrino” de la inteligencia artificial y reciente ganador del Premio Nobel de Física, ha expresado su preocupación por el rumbo que la IA está tomando, evocando a figuras como Oppenheimer y Nobel, quienes manifestaron desilusión y temor por el uso de sus creaciones. Uno de los mayores miedos de Hinton es que la IA supere la inteligencia humana y desarrolle capacidades incontrolables, lo que podría acarrear graves consecuencias como amplificación de sesgos, aumento de la discriminación, ciberataques o la creación de armas autónomas.
El debate actual se centra en cómo legislar sobre estos riesgos. Algunos abogan por mayor regulación, como la Unión Europea, que sostiene que la legislación es crucial para un desarrollo ético y responsable, promoviendo normas de transparencia y auditoría humana. Sin embargo, hay temor de que una regulación excesiva frene la innovación y traslade el desarrollo a regiones con normativas más permisivas. Sundar Pichai, CEO de Google, afirma que los beneficios de la IA superan sus riesgos si se desarrolla responsablemente bajo una normativa global.
Algunos elementos que me parecen claves para una solución equilibrada suponen el crear un marco regulatorio basado en principios éticos compartidos internacionalmente, acompañados de un sólido plan educativo que promueva el uso responsable de la IA y fomente la innovación para resolver problemas globales, junto con la implementación de sistemas de auditoría efectivos.
Las universidades juegan un papel fundamental en este contexto, formando estudiantes con pensamiento crítico que comprendan y utilicen la IA de manera ética, al tiempo que impulsan la alfabetización digital. Como herramienta para el aprendizaje, la IA facilita la personalización de la educación, la creación de experiencias interactivas estimulantes, además de permitir un avance significativo en inclusión.
Su implementación por parte del cuerpo académico permite una mejora continua en las experiencias de aprendizaje. Además, las analíticas de aprendizaje permiten identificar y entregar apoyo temprano a estudiantes que lo requieran. Es central que las universidades definamos lineamientos explícitos de uso, que incluyan políticas de integridad académica, así como normas sobre privacidad y uso de datos.
La comunidad académica se enfrenta a un potencial transformador sin precedentes. Si aprovechamos adecuadamente la IA, podremos impulsar una innovación que redefina nuestro futuro a nivel país.