En Chile la obesidad infantil es un problema de salud creciente, ya que su incidencia ha aumentado significativamente en las últimas décadas. Esto, a pesar de las políticas públicas implementadas y los esfuerzos realizados por los profesionales sanitarios.

Las razones de este incremento podrían estar asociadas a que estamos inmersos en la Sociedad de la “inmediatez”, marcada por la aceleración, la ansiedad, el rendimiento, extensas jornadas laborales, el individualismo y el consumismo, generando entornos y/o ambientes alimentarios no adecuados. Lo anterior está provocando el consumo de alimentos ultraprocesados y que muchas veces no son amigables con el cuidado del medioambiente.

Diversos estudios muestran que existe relación entre las prácticas de alimentación y de cuidado de los progenitores con el riesgo de obesidad infantil. El estilo de crianza va asociado a la cultura en la que estamos insertos, siendo la familia el primer entorno de aprendizaje social de los niños/as. Así se forma el estilo de vida, lo que incluye la formación de hábitos alimentarios, ejercicios físicos, sueño, uso de pantallas, entre otras actividades.

La regulación del comer se desarrolla rápidamente en la infancia y puede sentar las bases para el equilibrio calórico de toda la vida y una tendencia a preferir ciertos alimentos. Es necesario nutrir cuerpo, mente y espíritu, ya que los alimentos aportan los elementos necesarios para mantener un buen estado de salud actual y futuro. En el caso de los niños/as existen nutrientes críticos para el crecimiento y desarrollo. También hay otros que son necesarios para el aprendizaje y rendimiento cognitivo. Al espíritu lo alimentamos al preparar los alimentos, rescatando nuestros platos típicos, conversando al momento de la alimentación sin el uso de pantallas, realizando actividad física en conjunto.

Es momento de detenernos, hacer una pausa ante tanta inmediatez y reflexionar cómo estoy cuidando de la salud individual y de mi familia.