Columna de Cristián Barros y Francisco Cruz: Designación de embajadores, un debate necesario
Por Cristián Barros M. y Francisco Cruz F., ex embajadores de Chile
Hasta el Golpe de Estado, la Constitución indicaba que el embajador nombrado por el Presidente debería ser aprobado por el Senado antes de su designación en el exterior. Esto recogía la tradición de muchas democracias occidentales de establecer un check and balance, como existe en otros numerosos casos en la designación de altas autoridades de la República. Una forma de entregar al nombrado el respaldo necesario para ejercer su función como representante del Estado y no solo del Gobierno.
Obviamente ello desapareció durante los años de la dictadura y no fue repuesto en la Constitución de 1980, en una clara respuesta a la distorsión que se había producido a inicios de los 70 cuando se mal utilizo esta facultad como herramienta de política interna. Recuperada la democracia este check and balance no fue considerado en ninguna de las reformas constitucionales que le siguieron. Si bien se discutió tímidamente, no tuvo un aterrizaje constructivo.
Pero los tiempos cambiaron profundamente. Hoy la sociedad tiene más que decir, su escrutinio es permanente y no existe una razón de peso para que esta facultad presidencial no sea contrastada con la opinión de un cuerpo de representantes elegidos por la ciudadanía. No podemos seguir pensando que ello entregaría una nueva herramienta de distorsión política, si se propone un diseño bien elaborado que diluya riesgos de abuso. Es más, sería invertir confianza en temas de Estado en torno a los cuales podemos construir una unidad de país que nos permita seguir haciendo República como tanto se dice de la política exterior.
¿El mecanismo especifico? Es discutible, podría ser desde una mayoría de senadores en ejercicio hasta un informe de la Comisión de Relaciones Exteriores, previa audiencia del nominado, o ambos. Una fórmula que concilie respeto por la facultad constitucional del presidente y la necesaria idoneidad en su comprensión más amplia.
Es un cliché afirmar que el desempeño de los embajadores de Chile está asociado a su procedencia. Un buen representante es el que ha desarrollado capacidades, oficio y talentos a partir de experiencias nutridas y diversas en relaciones internacionales. Seleccionar estos atributos es complejo, pero más lo es dejar que el peso completo de la decisión recaiga en una sola persona y en un gobierno. Profundizar el debate acerca del escrutinio en estas designaciones imprimiría no sólo mas legitimidad al proceso, sino que sería un incentivo para reclutar a los mejores profesionales, elevando los estándares y exigencias de una función diplomática que cada vez demanda mayores grados de cercanía y entendimiento ciudadano.