Columna de Dante Figueroa: Santa Laura, crónicas de un estadio
Por Dante Figueroa, historiador y vecino del barrio Plaza Chacabuco. Autor de Barrio Independencia: En la Cuna del Futbol chileno (2020).
Esta semana se dio a conocer que el estadio Santa Laura recibirá más de 40 partidos en sus pastos, acogiendo a la U y la UC para que jueguen de local. También será escenario de los recitales de Los Bunkers y el festival Masters of Rock; a los que sumarán otra serie de actividades deportivas y artísticas.
Sin duda, este escenario de alternancia de banderas en un mismo recinto puede parecer extraña para las nuevas generaciones de hinchas, quienes no han podido disfrutar esta experiencia. Sin embargo, en las décadas de los 60, 70 y 80, constituían el pan de cada día. Por entonces, los clubes capitalinos no contaban con sus actuales estadios y otros, como el caso de la Universidad Católica -con su estadio Independencia- ya habían abandonado sus pastos.
Mi casa de infancia estaba a una manzana de distancia de la “catedral del fútbol chileno” y con los vecinos del barrio podíamos ver a los hinchas de los clubes corriendo al filo del inicio de los partidos; nosotros, en cambio, esperábamos el momento en que se abrieran las puertas 15 ó 20 minutos antes del término del partido para poder observar la contienda de forma totalmente gratuita.
En ocasiones, nos citábamos en las calles del barrio con una pelota de plástico, mientras se oía la inconfundible voz del relator que cantaba con ferviente entusiasmo los goles de los distintos equipos cada fin de semana, a veces, en reuniones triples donde se jugaba de manera rotativa por casi seis horas, tiempo en el que, además, los hinchas podían convivir con los colores del adversario cerca sin contratiempos.
Desde allí también se podían escuchar los espectáculos artísticos, culturales y políticos de los que fue escenario, como los recitales de Radio Umbral contra la dictadura, la presentación de un joven Luis Miguel, el regreso de Quilapayún tras el exilio, la celebración del Día de la Mujer en 1989 y un accidentado concierto de Deep Purple el 97, cuando una torre se cayó al no resistir el peso del equipo de sonido y la gente encaramada, tragedia que intentan olvidar con su regreso a este mismo recinto en el festival Masters of Rock en abril próximo.
¿Será ese el nuevo modelo que imperará en el estadio próximo a cumplir la centuria? No lo sabemos. De lo que sí tenemos certeza es que hoy, como antes, el Fortín Rojo, en palabras de Renato González, “Mister Huifa”, será “acogedor y querendón, porque allí el fútbol se paladea mejor y resulta más sabroso” y también porque es nuestro y es parte de la tradición del fútbol chileno.