Columna de Darioush Bayandor: La muerte de Raisi y la sucesión en Irán
Por Darioush Bayandor, exdiplomático iraní. Trabajó durante el gobierno del Shah Mohammad Reza Pahlavi.
La muerte de Ebrahim Raisi, Presidente de la República Islámica de Irán, ha provocado importantes debates y especulaciones sobre su posible impacto en el futuro del país. Sin embargo, un examen más detenido revela que es poco probable que este acontecimiento altere la dirección política estratégica de Irán. Esta continuidad se debe principalmente a que las orientaciones políticas generales del Estado iraní están dictadas por el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei.
En la estructura política de Irán, el líder supremo tiene la máxima autoridad sobre la política interior y exterior. Durante su mandato como Presidente, Raisi actuó principalmente como agente ejecutivo.
El ayatolá Ali Jamenei, que ha estado en el poder desde 1989, ejerce una inmensa influencia sobre todos los poderes del gobierno, incluidos el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, y es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Sus decisiones son vinculantes y su visión estratégica da forma a la trayectoria de la nación. La muerte de Raisi, por tanto, no significa un cambio en la postura ideológica o estratégica de la República Islámica.
El otro pilar principal de la República Islámica es el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria (CGRI). La Guardia opera independientemente del Presidente y responde directamente al líder supremo. Este cuerpo garantiza la implementación de la política exterior, particularmente en zonas de conflicto como Siria, Irak, Líbano y Yemen. También es un actor en la escena nacional que brinda apoyo a las fuerzas de seguridad internas y al Poder Judicial en la represión de las protestas y la disidencia.
La muerte de Raisi, candidato a la sucesión del líder supremo de 84 años, plantea al régimen un dilema. Quien lo reemplazará como Presidente es menos importante que quién se convertirá en el nuevo pretendiente creíble a esa sucesión.