Columna de David Torres: Fin de las mascarillas, una nueva etapa
Por David Torres, epidemiólogo y académico del Departamento de Epidemiologia y Estudios en Salud de la Universidad de los Andes
Después de varios meses con la obligación de utilizar mascarillas en cualquier momento y hace poco restringido a lugares cerrados, el gobierno anunció el término de ese mandato.
Dado el contexto epidemiológico actual, esta modificación suena muy razonable e incluso tardía, considerando la experiencia de otros países que no cuentan con dicho mandato y han tenido una evolución similar al de países con restricciones. Si consideramos además que el uso de la mascarilla era bastante “liberal” y que la mayor parte de los nuevos contagios se seguía produciendo en forma intradomiciliaria, es complejo analizarlo como una variable que influyera en la modificación del virus.
Dentro de los beneficios que podemos destacar tenemos por un lado el impacto ambiental no solo del desecho de material desechable, sino también de la logística de la fabricación e importación de estos dispositivos.
Del punto de vista económico, esto sin duda relaja en algo el gasto de mascarillas que se había transformado en una parte del presupuesto familiar, ya que la obligatoriedad de la medida exigía además que este costo fuera solventado por los usuarios.
Existen diferentes estudios que muestran el impacto del uso de mascarillas del punto de vista de la comunicación y de la interacción de las personas.
Los niños y adolescentes basan gran parte de su aprendizaje en los gestos y las interacciones con sus profesores y compañeros, junto con la lectura, modulación y desarrollo cognitivo. Ademas de los perjuicios en la educación de los niños por las recomendaciones de quedarse en casa, había que agregar que cuando volvieron dejaban de interactuar en forma eficiente. Desconocemos los efectos a largo plazo que van a tener estas decisiones en su educación.
Por último, pero no menos importante, la eliminación de la mascarilla facilita los procesos de acompañamiento y rehabilitación de niños y adultos con dificultades del lenguaje, habla y comunicación otorgados por fonoaudiólogos. Para estos profesionales es fundamental proveer modelos adecuados de articulación e input lingüístico, los que en el último tiempo se han visto obstaculizados. Los beneficiados serán personas con hipoacusia, secuelas de accidentes cerebrovasculares, con trastornos del espectro autista, que sufrieron ventilación mecánica prolongada, entre otros.