Por Eduardo Parra, fundador de Los Jaivas

Estábamos eligiendo los elementos que inevitablemente nos cautivaron en ese instante. Y fue así como nos tocó vivir lo inefable de muchos signos, señales y significados que hicieron vibrar nuestra imaginación. Nos transformaba el paisaje tanto como nos transportaba la geografía nacional con su insigne cordillera. Los Andes que unen las Américas nos regalaban la certeza de que nada podría tergiversar esa proposición musical y étnica, nada sería más poderoso como para intervenir esta intuición: creer en un pueblo, creer en el pueblo y en su pasado histórico e irreemplazable.

Finalmente, la emoción vendría porque estábamos reconociendo, describiendo una pasión que por vez primera se revelaba ante los ojos asombrados de nuestra sociedad y en nuestros corazones impávidos.

Ahora, en la intimidad, pienso que ahí, justo ahí, hacía su entrada el momento de afrontar una verdadera entrega a la canción, cosa que nunca se nos había pasado por la cabeza, pero creo que llegaba el momento de hacerlo. ¿Por qué? Por la simple razón de que, durante la energúmena etapa de la libre improvisación, me sucedió a mí (y creo que a todos los demás), que se nos permitió escudriñar en nuestras intenciones ocultas y sentir de la propia y profunda fuente la clara posibilidad de hacer una canción.

Pero, y aquí les traigo una insospechada sorpresa…

¡Eso ya lo habíamos hecho!

¡Claro! Durante los largos años, cuando fuimos animadores de fiesta, queda claro que esa era nuestra escuela: aprendimos a manipular con las canciones, a armar largos fragmentos de muchos temas unidos y que daban alegría y brillo a las fiestas. Así que recorrer tantos diferentes géneros en aquel tiempo de la música popular, cantar una y otra vez interesantes y tradicionales canciones del repertorio internacional y latinoamericano, no nos dábamos cuenta de que habíamos aprendido la construcción de una canción.

Entonces es una obligación mía contarles el momento vivido en el salón de calle Viana 223, cuando con Gato conversábamos y fue él quien definitivamente me larga la confesión de que le gustaría incursionar en canciones, dedicar tiempo a crear canciones.

A mí me entusiasmó mucho la idea, porque yo tenía igual inquietud e intuía que ese sería nuestro camino, teniendo en cuenta de que lo instrumental iba a tener siempre una importancia en nuestras composiciones, y cuando no, iba a hacer su entrada triunfal en el repertorio la fuerza incontrolable de una tarka y ocarina o el embrujo de un baile gaucho en Corre que te pillo.

Pienso que haberle dado una cabida fundamental al género lírico fue de todas maneras una consecuencia lógica. Gato siempre había cantado en diferentes coros de la región y mi pluma se regocijaba de este ejercicio. Muchas canciones salieron de poemas que yo tenía escritos.

Este álbum -Todos juntos- marca la concienzuda decisión de esta actitud que nos traería hasta el día de hoy.

Con más de 20 LP salidos a la luz, el recorrido histórico deja clara esta predisposición del grupo desde los comienzos en el subterráneo de la casona de Viana 223, en Viña del Mar, donde se encontraba la Boîte Chichón.

Ese mítico lugar marcó para siempre el comienzo de lo que con los años iba a ser una constante presencia en el panorama de la canción y la música chilena.