Por Estela Blanco, académica del Centro de Investigación en Sociedad y Salud, Universidad Mayor
Días atrás se publicó un artículo sobre las últimas cifras y proyecciones de crecimiento de la población nacional. En el texto se preguntaba “¿cuándo llegaremos a ser 20 millones’”, llamando la atención sobre una disminución en el número de chilenos.
Para las personas que nos dedicamos a la salud pública, estos indicadores no son sorprendentes. Desde hace varias décadas se ha podido apreciar un cambio en la estructura de la población: menor porcentaje de niños menores de 5 años y mayores porcentajes de población adulta. Este fenómeno se llama “transición demográfica” y está asociado a cambios positivos en la economía, además de variaciones políticas y sociales.
Lo que sí sorprende es la rapidez de los cambios, pues hace 50 años sólo el 2% de la población tenía 65 años o más, a diferencia del 7% actual. Otro dato: la expectativa de vida pasó en cinco décadas desde 62 años a casi 80.
Esta transición demográfica va de la mano con una transición epidemiológica, por lo que también varían las enfermedades que nos aquejan y las causas de mortalidad. En parte, este cambio es una función de la estructura de la población, es decir si hay más adultos mayores, hay más carga de enfermedad en esa población.
Por ende, la pregunta importante no es cuándo llegaremos a los 20 millones de habitantes, sino cómo podemos prepararnos para ser una población en la que habrá más adultos mayores y menos niños y jóvenes.
Si hoy las enfermedades crónicas son importantes, en el futuro lo serán aún más. Por eso es clave educar y organizar a la sociedad para prevenir esas patologías, detectarlas precozmente y, en caso que las primeras dos opciones fallen, tratar y rehabilitar a las personas.
Sabemos muy bien que los estilos de vida saludable —realizar actividad física, comer 5 o más porciones de frutas y verduras, reducir el consumo de comida chatarra, pasar menos tiempo sentado/sedentario y no fumar —, son factores que influyen en el desarrollo de enfermedades como presión arterial elevada, obesidad, varios tipos de cáncer y diabetes tipo 2, entre otras. Nuestra gran preocupación hoy debiera ser cómo podemos fomentarlos para tener una población sana y con buena calidad de vida, independiente de si somos 19, 20 o más millones.