Por Felipe Zurita, investigador CIGIDEN y profesor del Instituto de Economía UC
A menos de ocho semanas de haber vivido un primer evento de lluvias e inundaciones, la pregunta que inevitablemente surge en la comunidad es si este sufrimiento o “pérdida de bienestar” en jerga económica, hubiera sido evitable. Se puede evitar la inundación de casas si éstas no hubiesen sido construidas en el lecho de un río o estero, no obstante, el riesgo no siempre es observable a simple vista y hay esteros que permanecen secos por décadas antes de “despertar”.
La responsabilidad de identificar las zonas de riesgo recae en las municipalidades y sus planes reguladores, no obstante, este instrumento no es perfecto en la práctica y muchos fueron confeccionados antes de que se empezaran a hacer estudios de riesgo. De todas maneras, aún aquellos planes basados en estudios de riesgo van a requerir de una actualización periódica, a medida que el calentamiento global siga progresando y por tanto, aumenten las lluvias intensas con calor y también la sequía.
Otro apoyo en la toma de conciencia del riesgo sería, en teoría, un mercado de seguros competitivo y debidamente, apoyado en la ciencia del riesgo. Digo competitivo porque un mercado monopólico, o con competencia débil, no necesariamente genera precios que reflejen los verdaderos costos de un servicio.
En el caso de los seguros, los costos corresponden a las probabilidades de generar indemnizaciones por daños. Y digo apoyado en la ciencia del riesgo, porque las compañías podrían vender seguros actuarialmente justos y que reflejen el valor esperado de las pérdidas o indemnizaciones a pagar, pero sin información sobre el riesgo específico de cada propiedad.
Sin información de la localización de una propiedad, ni de sus características particulares, los precios serían planos, iguales para todos e independientes del riesgo, por lo que las compañías necesitan tener un conocimiento profundo y detallado del riesgo que asumen.
Asimismo, lo que necesita la sociedad para estar mejor preparada ante las amenazas de origen natural, son señales como “si construyes en el punto A, la prima del seguro sería del doble que si construyes en el punto B, porque el riesgo de construir en A es el doble que de construir en B”.
Todas estas son direcciones en las que hay que avanzar, y con un sentido de urgencia. Sin embargo, debemos tener claro que el riesgo no es una certeza y que las prevenciones no van a conseguir que todas las amenazas sean neutralizadas.