Columna de Francisca Eugenia dos Santos: Rusia y Ucrania, la desilusión de los tiempos

A woman reacts next to destroyed armoured vehicles in a residential area in Volnovakha
Región de Donetsk, Ucrania. Foto de Alexander Ermochenko/ Reuters.


Por Francisca Eugenia dos Santos, académica Usach

Las promesas de la sociedad moderna siguen sin cumplirse. La declaración de los Derechos Humanos, la promesa de una sociedad más justa, diversa y equitativa, y tantas otras temáticas de libertad, fraternidad e igualdad están aún lejos de los propósitos de una humanidad más digna.

La invasión de Rusia a Ucrania, el desplazamiento de millones de ucranianos, huyendo de explosiones violentas luchando por sus vidas nos remite a las imágenes más crudas, y nos acordamos de las atrocidades que hemos vivido como humanidad. La guerra desatada entre Rusia y Ucrania es de tal magnitud que nos olvidamos de los problemas que un día pensamos tener solucionados, esos problemas que realmente deberían preocuparnos en estos tiempos modernos: contaminación atmosférica, sequía, temperaturas extremas, pandemia, discriminación sexual, racismo, desigualdad de género, hambruna, etc.

La guerra de hoy plantea, quizás, una nueva era geopolítica, un choque de la globalización, que se viene acentuando desde el gobierno de Barack Obama. Períodos en que podríamos habernos dado cuenta de que un episodio como la invasión de Ucrania en pleno corazón de Europa podría ocurrir fruto de una realidad económica, y de relaciones comerciales. ¿No fue posible proyectar una situación como esa? Pero fue posible identificar gobiernos y dictaduras, movimientos neofascistas, discriminación a los homosexuales, persecución de opositores, intolerancia extrema, tan lejos de la concepción dialogante y democrática que podrían haber sido producto de la tal “globalización”. O sea, realidades tan distantes de los propósitos del modelito “civilizatorio”. ¿Entonces, por qué sorprendernos?

Esperamos que el conflicto se detenga, y que los ucranianos puedan regresar a sus casas, a sus familias y a sus vidas. Esas “vidas” que un día hemos pensado en valorar, cuando aún estamos años luz de la prometida sociedad moderna de los derechos humanos, del respeto a las diferencias, de la protección de la naturaleza y de las igualdades sociales.

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