Columna de Gloria de la Fuente: Coletazos de la desprolijidad

El Presidente Gabriel Boric.
El Presidente Gabriel Boric. Foto: Agencia Uno.


Restan apenas dos meses para que se cumpla el primer aniversario del gobierno y el balance es modesto. A la conflictividad evidente de gobernar con minoría en un Congreso cada vez más atomizado, se ha sumado una evidente incomodidad entre las fuerzas que componen las dos coaliciones de gobierno, en medio, además, de la crisis desatada por los indultos presidenciales, que no solo han sido un autogol, sino que también han provocado un cambio de tono y un evidente endurecimiento del discurso de la oposición, transformándose en una herida abierta con evolución y pronóstico reservado, en la medida que el tema no se cierre de forma adecuada frente a la opinión pública.

Para nadie podría constituir un misterio que los indultos serían un tema relevante en las iniciativas planteadas por la actual administración. El actual Presidente, otrora candidato, fue claro en señalar que respecto a aquellas personas privadas de libertad en el contexto del estallido social, se evaluaría la posibilidad de un indulto, potestad presidencial que no está en duda, que ha sido ocupada por todos los gobiernos y que se materializó con el anuncio hecho las últimas horas del año anterior. No obstante, las calificadas como “desprolijidades” en que se basó la decisión presidencial, constituyen todavía una interrogante que se hace urgente enfrentar para poder superar la crisis y dar por cerrado el momento político que parece alargar en demasía un complejo año para la política.

Por cierto, no se trata de una discusión solo de carácter jurídico, es decir, buscar la manera para poder cerrar el capítulo y buscar, eventualmente, la fórmula para revertir o dejar sin efecto esa decisión producto de esas “desprolijidades” que hicieron que la primera autoridad del país tomara, si fuera el caso, una decisión en base a información parcial o incompleta, dado que algunos de los indultados no cumplían con los criterios que se había establecido previamente para generar el indulto. Es ahí donde radica el dilema de los coletazos de una decisión que no logra, ni con la salida de la ministra y del jefe de gabinete, apaciguar los ánimos. Frente a la ciudadanía, los propios aliados y una oposición que se ha endurecido, es preciso aclarar a qué se refieren esas desprolijidades y cuál es el camino de solución para subsanarlas.

Si era el momento o no de materializar esta promesa de campaña es harina de otro costal, probablemente, haber planteado esa decisión en un mejor momento político para el gobierno, habría tenido menos consecuencias, en una decisión que desde siempre fue polémica frente a la opinión pública, pero sabido es que no todas las decisiones gubernamentales son necesariamente populares y siempre existe un dilema ético que implica un complejo equilibrio entre las éticas de la convicción y de la responsabilidad, que trae aparejados costos que es preciso ponderar. Queda la interrogante, por cierto, si no se vio el efecto que esto tendría sobre el avance sustantivo que había alcanzado la discusión sobre la mesa de seguridad que estaba llevando adelante la ministra del Interior, una discusión sensible porque es de aquellos problemas percibidos por la ciudadanía como de los más urgentes por resolver.

Como se señalaba, otra cosa distinta es si los fundamentos de esas decisiones fueron los adecuados y ajustados a los criterios previamente establecidos. A la luz de los antecedentes conocidos al día de hoy, el abultado prontuario anterior a los hechos ocurridos en el marco del estallido de algunos de los indultados, plantean una serie de interrogantes sobre los cursos de acción que se tomaron y dejan abierto el conflicto para el ejecutivo.

Cerrar este capítulo a la brevedad es imperativo para el gobierno porque mantener la discusión abierta solo traerá coletazos tanto en la convivencia al interior de las coaliciones que componen el gobierno como en la relación crecientemente compleja con la oposición. Este parece ser el único camino posible en un semestre que se avizora complejo y donde el gobierno requiere celebrar el primer año de su administración retomando el control de la agenda.