Por Heraldo Muñoz, exministro de Relaciones Exterior de Chile (2014-2018).
La bochornosa noche del domingo pasado en Venezuela, el Consejo Nacional Electoral, controlado por el régimen de Maduro, presentó cifras generales no creíbles, sin respaldo siquiera de una sola acta de votación de mesa, ante lo cual la postura de Chile fue, y sigue siendo, sólida y mesurada.
El Presidente Gabriel Boric abogó por la transparencia de las actas de votación y por una verificación imparcial de los sufragios antes de reconocer el resultado. Varios países de la región se sumaron a esta posición demandando publicidad de las actas y, como en el caso de Colombia, agregando la necesidad de una auditoría independiente internacional. El País de España consignó el liderazgo de Chile que luego se transformó en una postura de la comunidad democrática internacional.
La reacción del régimen de Maduro hacia Chile ha sido particularmente violenta. Por eso la insólita expulsión del personal diplomático de Chile, y el retiro del propio, y la afiebrada acusación de que quienes protestan en Venezuela fueron adiestrados en Chile (y Perú), en centros de entrenamiento.
La obsesión de Maduro con Chile es porque nuestro país asumió un liderazgo con una postura firme, pero no rupturista, y por otra razón aún más poderosa: el régimen autocrático de Venezuela teme la voz de un líder de izquierda como Boric, jugado coherentemente por principios como la democracia y el respeto a la soberanía popular expresada en las urnas, y la protección de los DD.HH. Al régimen de Maduro no le preocupan los gobiernos de derecha, pero sí uno como el de Chile que tiene legitimidad en el progresismo internacional; le incomoda un líder joven a quien difícilmente puede calificar de “fascista” como se tilda a dirigentes de centroderecha.
Esa misma complicación la tiene Maduro con el gobierno de Pedro Sánchez en España. Por eso, las diatribas e inventos para agudizar las diferencias al interior de las respectivas coaliciones de gobierno en Chile y España, donde hay sectores, minoritarios, apologistas del régimen dictatorial venezolano.
Bien por la política exterior de Chile, y por las declaraciones y acciones de principio, que serán testimonio de la historia y que, pese a las malas señales desde Venezuela, ojalá encuentre el rumbo de la recuperación democrática.