Por Hugo Riquelme Becerra, autor de “Viajar. Lucybell”, de editorial La Piedra Redonda.

Veinticinco años son nada, dijo mi papá cuando la U salió campeón el 94. Desde ahí pensé que el tiempo era efímero. No soy consciente de un mundo sin esperar un concierto de Lucybell. Es cierto, los conocí con 12 años, allá en el 97, cuando el pololo de mi hermana compró mi silencio con un casete del disco Viajar. Luego de eso, la banda siempre estuvo para mí.

Vi la noticia sobre el receso indefinido el domingo pasado, yo terminaba de ordenar el departamento al que me mudé y en un descanso quise distraer la mente con un reel en las redes sociales. Entonces vi el comunicado.

Pensé en la tarde en que me encerré por primera vez en mi pieza en la Villa Grandón de Antofagasta a escuchar Viajar. El teclado, la percusión en fade in, la voz de Claudio Valenzuela, empezaba el viaje. Como un flashback lúcido vi cada recital al que fui, cada CD que pude pagarme, incluso la época en la que me devoró la máquina y me alejé de la banda.

No fueron pocos años, al menos una década me autoexilié de la carrera de mi grupo favorito, porque pensé que todo había sido una etapa y que era hora de seguir adelante, tal como la banda lo había hecho junto a Cote Foncea y a Eduardo Caces, después de la partida de los históricos Gabriel Vigliensoni, Marcelo Muñoz y Francisco González. A pesar de mi lejanía, muy en el fondo, sabía que Lucybell tocaría nuevas vidas, acompañaría a otros que decidieron ser más incondicionales que yo.

Revisé mi libro publicado, recordé el último concierto en el Movistar Arena y la pequeña tocata que, con generosidad, ofrecieron para acompañarme en el lanzamiento y lo entendí: Lucybell ha sido todo, una vida, un viaje, un grupo de amigos que hicieron llevadero el andar por los mil caminos y no puedo hacer más que sonreír. Sonreír y dar las gracias por los años, por la música, por la emoción, por la entrega en el escenario.

Y así como, a pesar de haberlos abandonado, me recibieron de vuelta con los brazos abiertos, quiero hacer lo mismo, porque esto no es “Ver el fin”, es una pausa y, a pesar del silencio, Lucybell seguirá ahí, para hacerle el recorrido ameno a nuevas generaciones. Y si debe temblar el rostro hasta gritar, como huracán, que así sea. Si en esta pausa debo tomar los hechos con ambas manos, sepan que siempre el viento vuelve en el rostro y esta vez, el aire de tu voz seremos los fans. No es ver el fin, todo vuelve a empezar.