Por Iván Poduje, arquitecto
Desde el auge comercial de Providencia en los años 70, la comuna de Santiago ha debido lidiar con la migración de habitantes y oficinas, que se aceleró luego del terremoto de 1985 y la consolidación de Las Condes como distrito financiero. Varios alcaldes han tomado medidas para revertir esta tendencia. Patricio Mekis se anotó el primer acierto al peatonalizar Ahumada, creando un atractivo que compite con los nuevos caracoles del barrio alto. En 1990 Jaime Ravinet decidió renovar el barrio Mapocho, sacando la cárcel y transformando la estación del ferrocarril a Valparaíso en un centro cultural coronado por el Parque de los Reyes, que reemplazó un antiguo basural.
Los Presidentes también han hecho contribuciones para mantener vivo el centro. Ricardo Lagos sumó la extraordinaria Plaza de la Ciudadanía, con un centro cultural y un mejoramiento de las fachadas del barrio cívico. Para evitar la migración de oficinas, mejoró la accesibilidad al centro desde las autopistas y extendió la Línea 5 hasta la Quinta Normal, con estaciones en Plaza de Armas y los barrios Brasil y Yungay, donde se levanta la nueva biblioteca de Santiago.
El Presidente Piñera construyó el edificio faltante del barrio cívico en Teatinos con Moneda, diseñando un plan para renovar el paseo Bulnes. Además restauró el Palacio Pereira y anunció la postergada Línea 3 que conecta la comuna con la zona norte del área metropolitana. La construcción del Metro por San Diego, es aprovechada para habilitar un nuevo paseo peatonal; el colorido Bandera, con sus murales que llegan a un renovado barrio de los tribunales.
La Plaza de Armas, ha sido otro foco de trabajo permanente. Además del Metro de Lagos, en las alcaldías de Toha y Alessandri se implementó un magnifico proyecto para restaurar los portales que enfrentan la plaza con tiendas y restoranes, que transforman la peligrosa noche capitalina en un panorama entretenido para vecinos de todas las comunas. Otro hito clave fue la construcción del GAM en el gobierno de Michelle Bachelet, que rápidamente se posicionó como un polo cultural potenciando al barrio Lastarria que sumó más hoteles y restoranes, creando un circuito turístico con el cerro Santa Lucia y el parque Forestal,
Esta historia se interrumpió de golpe con el estallido de octubre. Las inversiones se detuvieron y la violencia se descargó con una furia brutal sobre Santiago centro. En las inmediaciones de la plaza Baquedano se quemaron 18 edificios, incluyendo el acceso al GAM, además de museos, bibliotecas e iglesias. Hordas de vándalos destruyeron 180 mil metros cuadrados de espacios públicos, saquearon 1.200 locales y aterrorizaron a 8 mil vecinos, con el auspicio de políticos irresponsables que usan esta violencia para llegar a La Moneda o la Convención Constituyente.
En este contexto de alta fragilidad, las señales dadas por la alcaldesa Irací Hassler son una alerta preocupante, pese a los elogios que le brindó Juan Sutil, que ha demostrado una capacidad notable para meter la pata incluso cuando intenta ser progresista. La primera señal ocurrió el 31 de julio, cuando una marcha terminó violentamente en el Barrio Lastarria, dejando locales destruidos y personas heridas. La alcaldesa se demoró en reaccionar y lo hizo de forma tibia, sin anunciar acciones legales contra los responsables de ese brutal ataque a su comuna y sus vecinos. El 11 de septiembre, la propia Hassler asistió a una marcha que terminó con graves hechos de violencia y el golpe de gracia vino esta semana, cuando la alcaldesa anunció que entregará 1.500 permisos precarios para comerciantes ambulantes.
No recuerdo una consolidación tan grande de la informalidad urbana, pero tengo claro que será fatal para los comerciantes que pagan impuestos y los peatones que sufrirán por la privatización del espacio público, como ocurrió en Valparaíso y Recoleta. Además es un peligroso incentivo para las mafias que abastecen a muchos ambulantes y que se disputan, a palos y balazos, otros espacios públicos de la comuna como el Barrio Meiggs.
La alcaldesa Hassler debe tomarse en serio estos problemas presentando un plan para resolverlos en el plazo más breve posible. Si no lo hace, la comuna de Santiago podría entrar una fase de inseguridad y obsolescencia irreversible, lo que sería imperdonable considerando los esfuerzos realizados en los últimos 40 años para mantener hermoso y vigente nuestro querido, y hoy golpeado, centro histórico.