Columna de Iván Poduje: ¿Demoler la plaza Baquedano?
Por Iván Poduje, arquitecto.
En un punto de prensa, Carolina Tohá nos informó que la plaza Baquedano será demolida para materializar el proyecto “Nueva Alameda Providencia” (NAP), que pasará por arriba con tres pistas por lado, dejando solo una para los autos. La ministra del Interior estaba acompañada por un sonriente Claudio Orrego, el principal impulsor de la idea, y una seria Evelyn Matthei, que hasta hace poco se oponía al proyecto.
La historia de NAP se remonta a 2014, cuando el entonces intendente Orrego organizó un concurso de arquitectura para remodelar la principal arteria capitalina. Además de ampliar veredas y remodelar paraderos, NAP proponía un corredor segregado de buses por el centro de la calzada y, por esa razón, la rotonda debía salir. El monumento al General Baquedano se desplazaría algunos metros al norte, para quedar sobre una enorme explanada que sería ocupada para acoger manifestaciones.
Salvo por el corredor de buses, que terminó siendo eliminado, yo consideré que NAP era un buen proyecto y luego del estallido estaba convencido que debía construirse, pero aumentando la masa de árboles de la explanada. La plaza Baquedano se había degradado a tal nivel, que los barra brava pusieron la figura del perro Matapacos sobre el pedestal del monumento a Baquedano, luego de intentar profanar la tumba del soldado desconocido. Ningún respeto por los héroes que nos legaron la riqueza del cobre y del litio.
Como no había nada más que destruir, este pedazo de tierra quedó abandonada por meses hasta que la municipalidad de Providencia decidió arreglarla. Era una intervención menor que se limitaba a reponer el césped, las soleras y los senderos de maicillo que convergen al pedestal vacío del monumento a Baquedano. Pero su impacto fue enorme. La foto salió en todos los medios y el lugar volvió a ser ocupado por turistas y capitalinos. Vecinos y comerciantes estaban felices, ya que lo vieron como una señal de esperanza para salir de la pesadilla que han vivido desde el 18 de octubre de 2019.
¿Por qué una obra tan simple logró este efecto? Básicamente porque permitió recuperar la forma de la plaza que vimos en tantas postales y que está grabada en la memoria de los capitalinos. Es lo que Kevin Lynch bautizó como la “legibilidad” de hitos urbanos, que es su capacidad para representar de un vistazo, imágenes virtuosas de la ciudad completa que los contiene. Guardando las proporciones es el efecto que genera la Torre Eiffel en París o la Catedral de Chillán. Por eso, la plaza Baquedano fue escogida para concentraciones masivas. Su condición de hito urbano permitía amplificar las proclamas a todo Santiago o el país completo.
Esta gravitación tiene larga data. Como relata Caroline Iribarne en su artículo “La Frontera Social” publicado en la revista de la AOA, la plaza Baquedano estaba contemplada en el plan de Vicuña Mackenna de 1872, y desde entonces, se fue consolidando como espacio público. Es difícil borrar esa historia con una retroexcavadora, por más aporte que tenga la explanada y otros componentes de diseño urbano y paisajístico de NAP. Pero mi argumento principal para cuestionar la demolición ahora, es que gracias al arreglo que hizo la municipalidad de Providencia, la plaza Baquedano se transformó en un símbolo de la recuperación de un barrio devastado por la violencia octubrista. Y como es un hito urbano, puede irradiar ese potencial a otros sectores afectados por el mismo flagelo.
Por ello es un error centrar la discusión de un proyecto de 20 kilómetros en un punto específico en vez de avanzar en otros tramos de la Alameda donde el aporte de NAP es fundamental como Santiago Poniente o Estación Central.
Punto aparte es que ocurrirá con el monumento al General Baquedano, una de las esculturas más importantes de Chile y cuyo destino ha sido completamente omitido en este debate. ¿Será el temor a quedar mal con los violentos? No me imagino algo parecido con Nelson en Londres o Napoleón en París, que al igual que Baquedano fueron héroes de guerra. Quizás esa falta de carácter y convicción, es lo que nos aleja de esas grandes ciudades, que además de respetar a su patrimonio, honran a los héroes que se jugaron la vida por construirlo.
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