Por Iván Poduje, arquitecto.
El tercer socavón de las dunas de Reñaca, que ha copado la agenda noticiosa, ocurre luego de casi un año de la anterior emergencia y sin que se ejecutara ninguna medida para mitigar el daño, o para resolver el problema que origina este desastre y que explicaré en esta columna. Repasemos la historia. En un campo dunar ubicado en Reñaca se levantaron 42 torres con apenas dos calles de acceso, reventando una norma de edificación del plan regulador comunal de Viña del Mar, aprobada en 2002.
En paralelo los ministerios de obras públicas y vivienda estaban implementando una red de colectores de aguas lluvia que fue definida en un estudio del año 2001, es decir, un año antes del plan regulador. Como era esperable estos servicios no se coordinaron, así que el dimensionamiento de los colectores nunca consideró que en este suelo inestable, y de alto valor paisajístico y ambiental, se podrían levantar 50 torres más unas 2 mil casas construidas aguas arriba de la duna.
En 2014 se produjo el primer reventón. Una de las cañerías no soportó el caudal de un temporal y se abrió, inundando estacionamientos y subterráneos de dos edificios. Sus residentes pidieron explicaciones y ante la falta de respuesta, decidieron demandar al fisco y terminaron ganando el juicio. Junto con pagar 80 millones de pesos, el Estado de Chile debía comprometerse a mantener la red de colectores y aumentar su capacidad mediante nuevas obras de ser necesario. Pero no pasó nada. El sector siguió creciendo y, en agosto del año pasado, se produjo el segundo reventón que generó impacto nacional porque a diferencia del primero, abrió la duna, generando un socavón de proporciones en los edificios Santorini y Kandinsky.
La alcaldesa de Viña del Mar, Macarena Ripamonti, culpó a su antecesora por permitir las torres en el campo dunar. Y tenía un punto, ya que estos edificios se levantaron antes que ella llegara al puesto. El problema es que la edil se quedó solo en la denuncia, lo que es casi una marca de fábrica del Frente Amplio, cuyos líderes se siguen comportando como activistas, pero con abultados salarios de autoridades. Ripamonti no modificó el plan regulador que permitirá meter 1000 departamentos más en el campo dunar y otros 6.000 en la meseta ubicada arriba de las dunas, con una norma que tiene 22 años de antigüedad y que ya era laxa hace una década. Tampoco hizo nada por reparar las filtraciones de los colectores del campo dunar, que fueron reportadas por los residentes de los edificios en varias ocasiones.
Entonces, llegamos al tercer reventón de hace dos días y la alcaldesa repitió la misma estrategia que también vimos en su desastroso manejo de los incendios cuando sacó un cartel en medio del festival. Culpar al empedrado, victimizarse y no asumir ninguna responsabilidad por el cargo que ostenta.
Como es de público conocimiento, he juntando firmas para ser candidato a alcalde por Viña del Mar. Y una de las motivaciones es la que expuse en esa columna. Los vecinos de la ciudad no merecen estar expuestos a riesgos graves debido a la incompetencia, indolencia y victimismo de autoridades que todavía no entienden que se gobierna para dar soluciones y no explicaciones, ni para levantar carteles y lamentos.
Debido a lo anterior, además, se hace incompatible seguir con mis colaboraciones en este espacio, las que espero retomar a futuro. Un abrazo grande a todos mis lectores.