Por Iván Poduje, arquitecto
Se ha escrito bastante de la segregación que expulsa los hogares de menores ingresos, pero menos sobre la “autosegregación” de las élites, que a diferencia de la anterior es voluntaria y se produce en el sector oriente de Santiago donde viven las personas que toman las decisiones relevantes en materia política, empresarial, académica o comunicacional. Se trata de seis comunas que miden 16.000 hectáreas, lo que representa el 14% del Gran Santiago y sólo el 3% de la superficie urbana de todas las ciudades del país.
Esta enorme concentración de poder y capital humano en un espacio tan reducido, ha generado una desconexión con las preocupaciones que afligen al resto de los chilenos. La migración es una de ellas. Entre 2017 y 2021 el número de extranjeros se duplicó y ya supera el millón y medio de habitantes, lo que ha colapsado consultorios y escuelas en Estación Central, Arica o Alto Hospicio. Como en el barrio alto no pasa nada con este tema, la élite progresista defiende la migración como un derecho humano, -aunque sea informal- y califican de “xenofobia” cualquier crítica sobre los impactos que genera en sectores de clase media.
Otro divorcio entre masa y élite se produce en materia de seguridad. Si bien los delitos violentos han aumentado en todo Chile, la realidad del barrio alto no tiene nada que ver con el terror que se vive en poblaciones donde los niños mueren por “balas locas” y se pagan rescates por personas secuestradas. En el sector oriente la dotación de carabineros es adecuada y los municipios tienen inspectores equipados y entrenados para reducir delincuentes. Esta fantasía hace que algunos vecinos puedan pensar que el temor es una percepción o un invento de los medios para desestabilizar al gobierno y vender alarmas.
Otro lujo de vivir en el 3% de Chile es idealizar la violencia sin pagar ningún costo. La izquierda burguesa no pasó un sólo día en la cárcel como los “presos de la revuelta” que usaron como carne de cañón en el estallido. Sus colegios no fueron destruidos por alumnos radicales como ocurre en los liceos emblemáticos, donde académicos progresistas ensayaron teorías que jamás aplicarían para sus familias como evitar la selección por mérito, o el pago de matrículas para obtener una mejor calidad como en los colegios particulares subvencionados.
¿Qué temas le preocupan a los habitantes del 3%? La agenda liberal es una de sus preferidas. Dan verdaderas batallas para legalizar el aborto, el pitito o la eutanasia, pero se mueven menos cuando se trata de reducir barreras de entorno que impiden que los niños sean libres para ejercer su potencial, lo que explica su intento por debilitar los Liceos Bicentenario.
Otro tema que desvela a la élite es el tamaño del Estado. Desde la derecha para achicarlo, ya que los servicios que usan son privados, y desde la izquierda para agrandarlo y sumar más poder o ingresos. La agenda ambiental también fascina a todo el arco político, incluidas empresas que financian campañas para salvar el planeta, preservando bosques o santuarios de pingüinos y pulgas de mar.
En materia política el gran fetiche es la Nueva Constitución. Desde la izquierda la ven como un atajo para tener un Chile más justo y bueno, y desde la derecha como un camino para alcanzar la ansiada estabilidad política y social, como si aquello fuese posible de lograr con una frontera norte reventada por la migración informal, un terrorismo que avanza por el sur y cientos de barrios controlados por el narco. ¿Qué explica esta ilusión metafísica? Nuevamente la concentración en un espacio reducido del territorio, ya que la migración, el terrorismo o el control narco ocurren fuera de las 16.000 hectáreas de esta ciudad ideal.
Esta desconexión es insostenible y creo que en las próximas elecciones hará crisis, cuando los electores castiguen a los políticos que siguen pegados en agendas de nicho y que piensan que resolver la seguridad- en barrios o liceos- o controlar el flujo migratorio, son temas mundanos al lado de renovar relatos o implementar esas transformaciones estructurales que llevan años discutiendo en los centros de estudio conservadores de Providencia y Las Condes, o sus apéndices progres en Recoleta y el Barrio Italia.