Columna de Iván Poduje: El mapa del ñuñoísmo
Por Iván Poduje, arquitecto
Ñuñoa se instaló en el imaginario popular como la capital del nuevo progresismo, el territorio de los territorios, donde caben desde los frenteamplistas que gobiernan hasta los cincuentones ex concerta que los adulan por crisis de edad o simple conveniencia. ¿Pero qué explica el ñuñoismo? Para entenderlo tenemos que remontarnos a fines del siglo XIX, cuando la comuna nace a partir de dos grandes operaciones: un proyecto inmobiliario de José Pedro Alessandri, el hermano empresario del Presidente Arturo, y un desarrollo industrial derivado del ferrocarril de cintura, que corría por la calle Vicuña Mackenna en lo que actualmente es la línea 5.
Con gran ojo, Alessandri compró la antigua chacra Santa Julia, abrió la Avenida Macul y usó sus contactos para extender la red de tranvías y darle plusvalía a sus tierras. De esta operación nacieron barrios como Plaza Ñuñoa, José Domingo Cañas o Montenegro, que fueron vendidos a personas de alto patrimonio. El desarrollo ferroviario consolidó dos de los míticos cordones industriales de la Unidad Popular: el número 9 “Vicuña Mackenna” y el 10 “Ñuñoa-Macul”. Cerca de ellos se levantan poblaciones obreras como la Zañartu y grandes proyectos de vivienda pública como las Villas Olímpica, Alemana, Los Presidentes y Los Jardínes. Además, el Estado consolida su posición con la construcción del Estadio Nacional que rápidamente se transforma en un hito de alcance metropolitano.
Esta mezcla entre barrios burgueses y zonas obreras, cuyo límite siempre fue la avenida Grecia, explican por qué Ñuñoa suele verse como una comuna de “clase media”, aunque no lo sea ni por ingreso ni por el valor de las viviendas que se ubican dentro de las más caras de Santiago. Pero el gen obrero y de clase media pesa en el imaginario progre. Un segundo factor que incide son sus recintos educacionales. El emblemático Manuel de Salas, el ultra alternativo Waldorf, el exclusivo y exigente Suizo y la reina de la corona: el polo de izquierda combativa del Pedagógico y el campus Juan Gómez Millas, donde se siguen dando batallas campales entre policías y estudiantes.
Un tercer factor que explica el ñuñoísmo es la cultura que emerge con la recuperación de la democracia y que tiene como epicentro la Plaza Ñuñoa, rodeada por el teatro de la UC, el Dante, Las Lanzas, la Batuta o la mítica Yein Fonda que dio lugar a los carretes más onderos de la época de oro de la Concertación. Actualmente, este polo se extiende por la calle Jorge Washington hasta el Campus Oriente armando un distrito conocido como “Ñuño-Provi”, que suma barrios de ambas comunas como El Aguilucho, Parque Botánico o Regina Pacis, que se han gentrificado con familias de alto patrimonio que compran casas antiguas y las arreglan para vivir lejos-cerca del barrio alto capitalino.
Pero en el resto de los barrios, que son la mayoría, el nuñoíno no necesariamente se vincula con el progresismo. En las villas viven los descendientes de los habitantes originales, que eran obreros o socios de las cajas de empleados particulares. En los barrios de García Moreno o Montenegro viven los mismos residentes que llegaron hace 40 años y en los polos inmobiliarios que se levantaron en Irrarázabal o José Domingo Cañas, el desapego es aún mayor, ya que este nuevo habitante no tiene complejos en usar el auto para ir al mall, en vez de la bici para comprar en el mercado orgánico. Pero todos valoran Ñuñoa porque objetivamente es un gran lugar para vivir. Pese a la explosión inmobiliaria, alcanzó a proteger sus barrios históricos, donde te puedes reconectar con la arquitectura y la velocidad de los años 70, incluyendo el olor a pasto mojado.
Además, Ñuñoa tiene íconos que estarán para siempre en nuestra memoria. Para mi son inolvidables las cuatro torres iluminadas del Estadio Nacional llegando a un partido de la selección, el pilucho ubicado afuera del coliseo, el caracol de Irrarázabal o el misterioso parque Juan XXIII, donde puedes caminar mirando los fondos de sitio de las casas, como ocurre con los parques asilvestrados de París.
Por todo ello, Ñuñoa es un sector entrañable de Santiago. Es una comuna diseñada para caminar por horas, perdiéndote entre pasajes y plazas, para encontrarte de pronto con una vista abierta a la cordillera que tiñe de rojo el barrio completo, cuando llega la puesta de sol.
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