Columna de Iván Poduje: El patrón de la zona sur
Por Iván Poduje, arquitecto
Con este título, El Mostrador publicó un artículo el 26 de noviembre de 2020, que daba cuenta de la red de contactos del alcalde de San Ramón Miguel Ángel Aguilera con militantes de la UDI y Renovación Nacional que trabajaban en municipios y la Intendencia, lo que demuestra que sus vínculos con narcotraficantes, no han mellado del todo el poder de este caudillo.
De hecho Miguel Ángel Aguilera fue reelecto como alcalde de San Ramón el domingo pasado, pese a que será formalizado por negociación incompatible y cohecho. Como sostiene Francisco Artaza en un reportaje de La Tercera, este prontuario bajó la votación histórica del Patrón de la zona sur, permitiendo que el candidato DC Gustavo Toro quedara a solo 753 votos de destronarlo, lo que tuvo altos costos para Toro, que debió andar con escolta policial por las amenazas que recibió cuando subía en las encuestas.
El 21 de marzo de este año, La Tercera informó que Aguilera usó el partido Federación Regionalista Verde Social (FRVS) para instalar a ex colaboradores y aliados como candidatos a alcalde y concejales en cinco comunas de la zona sur de Santiago, incluyendo personas con antecedentes policiales. Afortunadamente sus planes fracasaron ya que no logró elegir a ningún alcalde o concejal, pero sus candidatos sumaron 36 mil votos, lo que es un caudal muy peligroso para un personaje con este historial.
La experiencia de México o Colombia, muestra que cuando el crimen organizado se infiltra en las instituciones del Estado su avance es imparable y, por ello, cuesta entender la indiferencia de la clase política con el caso San Ramón. El presidente del FRSV Jaime Mulet se limitó a calificar de “desprolijo” que su partido reclutara a candidatos vinculados a Aguilera, pero increíblemente ¡no los sacó de la listas!. Y el mismo Mulet apareció firmando un pacto para competir en una primaria presidencial con el Partido Comunista y el Frente Amplio, lo que es francamente insólito.
La UDI y RN nunca aclararon qué pasó con sus militantes vinculados a Aguilera, y el PS decidió no presentar candidato a la alcaldía de San Ramón, despejando la pista para que el Patrón de la Zona Sur fuera reelecto usando todo el aparataje del municipio para hacer campaña, como lo denunció Ciper en un reportaje del 4 de enero de este año, mientras que en otra nota publicada por este mismo medio el 4 de mayo, se pudo ver que los principales financistas de la campaña de Aguilera – sus “devotos”- eran funcionarios de la municipalidad que dirige.
Esta indiferencia con los dramas que afectan a las periferias populares no es algo nuevo. Pasó con las erradicaciones forzadas en dictadura, con los bolsones de vivienda social levantados en democracia, que terminaron como guetos segregados, o con el desastre del Transantiago que humilló y afectó la calida de vida de millones de personas durante varios gobiernos. Ahora parece que nos acostumbramos a ver espectáculos pirotécnicos ilegales, a los funerales con caravanas que pasan disparando o a que niños mueran victimas de balas locas al interior de sus casas.
Esta indiferencia fue el combustible que propagó el estallido, tanto por la rabia de millones de vecinos cuyos dramas no son escuchados, como por el poder de grupos delictuales que ampliaron su control territorial con la violencia y la ausencia del Estado. Estas bandas tienen vínculos con políticos locales como se pudo ver en las “protestas del hambre” organizadas por la red de Aguilera en pandemia para debilitar a los alcaldes que quería reemplazar.
En Atisba calculamos que el 52% de los habitantes de las cinco comunas que Aguilera quería infiltrar viven en barrios afectados por narcotráfico, de acuerdo a un informe publicado por la Fiscalía en 2017. La violencia se suma al abandono y el deterioro urbano. En estos barrios, la superficie de sitios eriazos es cuatro veces mayor que el promedio, con la mitad de las áreas verdes por habitante y tres veces más hacinamiento en sus viviendas.
Sin embargo, nadie habla de ello. Se alega en abstracto contra el modelo neoliberal y durante la pandemia las ayudas se limitaron a entregar plata, como si ello supliera la ausencia del Estado y el terror que se vive en barrios afectados por la violencia y el delito. Por eso es fundamental que Jadue y Boric se desmarquen de Mulet y el FRSV, y que impulsemos un plan de acupuntura urbana como el descrito en la columna pasada, para llevar inversión y servicios antes que el avance del narco sea irreversible, lo que podría estar cerca de ocurrir.