Por Iván Poduje, arquitecto
En mi libro Siete Cabezas concluí que la fuerza más organizada del estallido fueron los estudiantes radicales que en sólo cuatro días evadieron 32 estaciones de Metro, desestabilizando la ciudad completa y generando un efecto en cadena que terminó poniendo en jaque nuestra democracia. Se supone que el acuerdo de Paz y Nueva Constitución daría una salida institucional a estos desmanes, pero eso nunca ocurrió, salvo por la pausa que generó la pandemia.
El aplastante triunfo del Rechazo ha generado un rebrote de la violencia que tiene nuevamente al Metro y los estudiantes radicales como punta de lanza. Las acciones comenzaron el miércoles 7 de septiembre a las 10:05 de la mañana, cuando un grupo ingresó por la fuerza a la estación La Cisterna, que tiene una función clave en la distribución de viajes de la zona sur de Santiago. Veinte minutos después, en otro extremo de Santiago, Metro anunciaba el cierre de siete estaciones de la Línea 1, entre Universidad de Santiago y San Pablo, reportando personas en la línea.
A las 14:00 los desmanes se desplazaron al centro metropolitano, afectando estaciones claves como Baquedano, Santa Ana y Pedro de Valdivia, la sexta con más afluencia de pasajeros. Una hora más tarde, la gerencia de Metro sacó una alerta informando que siete estaciones de la Línea 5, entre Plaza de Armas e Irarrázabal, debían interrumpir su servicio por tener personas en los andenes. En la hora punta de la tarde, cuando millones de trabajadores volvían a sus casas, otras nueve estaciones fueron invadidas, afectando la operación de las Líneas 1 y 2.
El saldo final de ese 7 de septiembre es negro: 23 estaciones con ataques coordinados que afectaron cinco líneas de Metro. El jueves 8 siguieron y se reportaron evasiones y disturbios en 13 estaciones, además de ataques a paraderos, cuarteles militares y edificios públicos y esto se agravará el 11 de septiembre, ya que se anunciaron diversas acciones de protesta en varios puntos de Santiago.
No hay dobles lecturas. El Metro nuevamente está en la mira de los estudiantes radicales pero con un agravante respecto a 2019: las autoridades que deben reprimirlos fueron quienes los aplaudieron. El actual ministro Giorgio Jackson pasó a la historia con su impresentable mensaje “gracias totales cabr@s” para alabar a las turbas que dejaron sin Metro a dos millones de personas. El entonces diputado Gabriel Boric calificó las evasiones como un acto de “desobediencia civil”, y también agradeció la actitud de los estudiantes enajenados.
¿Qué harán el Presidente y su ministro de mayor confianza? Es una incógnita, pero es probable que todo el peso recaiga en la nueva ministra del Interior, Carolina Tohá, que casi no tendrá tiempo para tomar decisiones muy difíciles si quiere evitar otra crisis de seguridad pública. La oposición prácticamente no ha hablado de los ataques al Metro, salvo para condenarlos, lo que no sirve para nada. En cambio, los políticos de Chile Vamos han estado muy activos para cosechar las uvas que no plantaron del Rechazo. Se han paseado por medios de prensa felicitándose entre ellos, en una actitud que da vergüenza ajena. Ahora están ofreciendo una nueva Constitución que según el senador Javier Macaya, debe ser votada antes de la elección presidencial. ¿A que obedece su apuro? Nadie sabe. ¿A quien le preguntaron? Tampoco se informó, pero todo indica que es un acuerdo tomado entre cuadro paredes.
El compromiso de retomar el debate constituyente debe respetarse, pero en condiciones mínimas de paz social y consultando a la ciudadanía. Como señaló el abogado Francisco Orrego, que si estuvo en la campaña del Rechazo, no es posible dialogar con una pistola en el pecho, que en este caso, es una red de Metro en riesgo.
Además, la Constitución no puede monopolizar la agenda. Después de seis meses de campaña, el Ejecutivo debe dedicarse a gobernar y la oposición tiene que dejar de mirarse el ombligo y priorizar problemas sociales como el aumento de la inflación y una delincuencia que no da tregua. Y debe hacerlo rápido, ya que para 2023 se espera una recesión económica que podría tener efectos devastadores sobre el empleo y la calidad de vida de una población agotada de tantas crisis, experimentaciones y desmanes.