Por Iván Poduje, arquitecto
El centro de estudios Horizontal pidió por ley de transparencia al Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) un reporte sistematizado de los hallazgos arqueológicos que se sacan de obras públicas y privadas, y que son parte de la “permisología” que tiene la inversión detenida en Chile. La respuesta del CMN fue increíble: no existe tal registro.
Este despelote daría lo mismo si no fuera porque los hallazgos generan costos sociales y privados enormes. Veamos algunos casos. En el deteriorado centro histórico de Valparaíso, el Instituto de Neurociencias lleva -escuche bien- 13 años lidiando con este infierno de los hallazgos. La frase del director de este magnífico proyecto, el Premio Nacional de Ciencias Naturales, Ramón Latorre, resume muy bien el problema que trato en esta columna.
“Voy a seguir en las reuniones y viendo qué pasa. Pero es tan cansador y tan desesperante, te amarga la vida. Pero (dados) los plazos que se están poniendo, se cumplirán probablemente cuando ya no esté sobre la faz de la Tierra. Por eso, yo digo que solo espero que tiren mis cenizas en el sitio”
Con el sitio, el doctor Latorre se refiere al terreno eriazo donde se debía levantar uno de los centros de ciencia más avanzados del país. Antes pasó lo mismo con el museo de Atacama o con las obras de protección del Fuerte Corral. Pero la educación y la cultura no son los únicos perjudicados. En la Región de los Ríos tenemos cuatro hospitales paralizados por hallazgos arqueológicos. Los 32 mil habitantes de La Unión deben trasladarse 55 kilómetros para atenderse en Valdivia, por un camino peligroso y sin saber si sus enfermos llegarán a tiempo. ¿Cuándo demorarán estas exploraciones? Nadie sabe. ¿Qué dice el CMN? Que el patrimonio cultural no puede sacrificarse por unos cuantos enfermos. Incluso considerando la locura del argumento, tendría algún asidero si supiéramos qué ocurre con estos hallazgos, pero como demostró Horizontal, no tenemos la menor idea.
Louis de Grange, ex presidente de Metro, contó que la búsqueda de hallazgos arqueológicos en las obras de las líneas 3 y 6 del Metro, le costó al fisco $56 millones de dólares, que es lo que valen 6 centros médicos familiares (Cesfam) más 500 viviendas sociales. ¿Y donde quedó este tesoro de 56 millones de dólares? Bien escondido en cajas, ya que los museos no tienen espacios para mostrarlos.
Empresas públicas y privadas deben gastar fortunas para financiar a estos Indiana Jones modernos para que se desplieguen para buscar con lupa y cuchara, puntas de flecha, vasijas, teteras o letrinas del siglo XVIII. Les sacan fotos espectaculares, con mediciones, reglas y anotaciones extraordinariamente complejas. Uno de los tesoros más espectaculares que encontraron fueron los antiguos tajamares del Mapocho cuando se hacía el túnel de la Costanera Norte. Una joya patrimonial que implicó un enorme despliegue de recursos e ingeniería. En este caso sí sabemos qué ocurrió con los hallazgos. Están botados en el Parque de Los Reyes. Rayados, orinados, golpeados y repletos de botellas o restos de fogatas. Ni siquiera existe un letrero que explique que significan estas reliquias.
Como vemos, el mundo paralelo del CMN tiene más opio que el debate constituyente. Ahora le prohibieron al gobernador Orrego que pintara los monumentos de la Alameda cuando son vandalizados. ¿La razón? El tratamiento no sería el adecuado. Da lo mismo si le devuelve la dignidad a la principal arteria capitalina o si mejoran el ánimo de los millones que circulamos por ahí y que por fin vemos como una autoridad se preocupa del tema. Y como el CMN no tiene plata, vamos a tener que esperar meses o años para que alguien financie la recuperación de los monumentos vandalizados. Entonces seguro habrá empresas consultoras que harán ese servicio a la patria, cobrando cientos de millones de pesos. Después de todo, eso vale rescatar un tesoro ¿o no?