Por Iván Poduje, arquitecto
El Metro de Santiago era conocido internacionalmente por su nivel servicio y tecnología, hasta el 18 de octubre de 2019, cuando pasó a la historia por recibir el peor ataque desde los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Esta tragedia partió cuando estudiantes radicales organizaron evasiones masivas en decenas de estaciones, hasta desestabilizar la ciudad y quebrar el orden público, lo que generó un efecto dominó que dejó una estela de destrucción y dolor.
En cosa de horas pasaron de saltar torniquetes, a destruirlos con martillos, y de gritar por los pasillos de las estaciones, a reventar vitrinas y vagones, dejando trabajadores heridos y traumatizados. La locura se propagó al exterior enajenando a manifestantes y grupos organizados que lanzaron bengalas, toallas con acelerantes y bombas caseras, hasta dejar un tercio de la red de Metro en llamas, afectando seriamente la calidad de vida de dos millones de personas.
Cuesta explicar fuera de Chile, que el candidato que lidera las encuestas para ser Presidente fue protagonista de esta barbarie. Gabriel Boric Font no solo homenajeó a los estudiantes que iniciaron las evasiones, sino que lo consideró como algo “demasiado positivo y bueno” en un programa de televisión y exigió un indulto para liberar a las personas formalizadas por ataques incendiarios, saqueos, robos y maltrato a policías.
En los días más violentos del estallido, la coalición con la cual gobernaría Gabriel Boric, si es electo, impidió que se impusiera el Estado de Derecho para detener a turbas y saqueadores. Los rostros más importantes del Partido Comunista y el Frente Amplio minimizaron las marchas violentas, difundieron noticias falsas sobre centros de tortura y calificaron cualquier represión de Carabineros como una violación de derechos humanos, dejando a miles de víctimas en la más completa indefensión.
Pero todo cambió luego de la primera vuelta. De un día para otro, ese Gabriel Boric fue reemplazado por un político moderado, con otra vestimenta y un nuevo discurso. Una versión criolla del mito de William Campbell, que ya no quiere indultar delincuentes ni refundar Carabineros, sino que aplicar mano dura a los delincuentes y los narcos. Si antes prometía garantizar el derecho a la vivienda para migrantes indocumentados, ahora viaja al norte para exigir que se refuercen las fronteras, solo para recuperar los votos que perdió en Arica y Antofagasta.
Las encuestas parecen indicar que sus volteretas funcionan y varios analistas se compraron la tesis de moderación del candidato y de su coalición. Carlos Peña afirmó que su doble discurso era hipócrita, pero necesario, sin reparar el daño causado por el aquel Boric que se emocionaba recordando a los radicales evadiendo a patadas el Metro. Eugenio Tironi se puso religioso, y apeló a la parábola del hijo pródigo señalando que había llegado el momento de reconciliarse con los jóvenes del FA que antes los basurearon, aunque sus travesuras le hayan costado al país miles de millones de pesos. Pero no fue el único. Luego de la primera vuelta, se armó una verdadera procesión de lideres de la Concertación para besarle la mano al joven heredero.
Yo siempre voté por ellos, pero no puedo tragarme este sapo. No creo en la moderación de Boric porque pude sentir en la calle el impacto que generó la violencia que él disfrazó de desobediencia civil y que trató de indultar. Su nuevo discurso no me cuadra con la indiferencia del antiguo Boric con las víctimas de San Borja, la Bonilla de Antofagasta o el desolador centro de Valparaíso. No imagino cómo un político que miró para el lado ante esos hechos, ahora tendrá la responsabilidad de evitarlos, con aliados que veneran a Maduro o que han sido denunciados entre los 10 mayores antisemitas del mundo como Daniel Jadue. ¿Cómo va a insertar nuestro país con este elenco? ¿Con qué autoridad dirigirá a los mismos carabineros que quería refundar por violar institucionalmente los derechos humanos?
Todos podemos cambiar de opinión, pero no borrar de un plumazo las consecuencias de nuestros actos, que en el caso de Boric, y en mi ámbito de trabajo, fueron nefastas. Luego del estallido tenemos una ciudad más insegura y segregada, con un daño patrimonial invaluable. Por ello no tengo más remedio que ser un firme opositor a Gabriel Boric si gana la elección, para exigirle, como ciudadano, que repare el daño causado y que resuelva las urgencias en ciudad y vivienda, que siguen ausentes en su doble discurso.