Columna de John Johnson: El día después del terremoto en Marruecos

Marruecos
Dos personas observan un inmueble destruido por el terremoto en Talat N'Yaaqoub, Marruecos. Foto: Ammar Awad/Reuters


Por John Johnson, Coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Marruecos

Nos instalamos en la ciudad de Marrakech y dos personas del equipo de Médicos Sin Fronteras bajamos a un pueblo llamado Amizmiz, que está cerca del epicentro del terremoto del 8 de septiembre. Hay una pequeña clínica que trata a pacientes allí. Hasta ahora los profesionales trabajan al aire libre en una tienda de campaña porque la gente tiene miedo de quedarse dentro de los edificios, porque puede haber réplicas y los inmuebles podrían derrumbarse.

Así que ahora mismo los pacientes están afuera. Unos tres pacientes pasaron allí la noche y el resto de los casos graves fueron remitidos en ambulancia a un hospital más grande en Marrakech. Pero estábamos ahí y entonces empezó a llegar gente como a las 8.30 de la mañana y el lugar rápidamente se llenó de hasta unos 15 pacientes, diferentes tipos de heridos, brazos rotos, piernas rotas, traumatismos craneales, cosas así. Y los médicos y enfermeras que estaban allí los trataban lo mejor que podían.

Todos están agotados, están trabajando con los suministros que tenían disponibles en ese momento, pero empiezan a escasear. Ha habido una movilización bastante increíble por parte de las autoridades marroquíes, como los voluntarios de la Media Luna Roja y el Ejército marroquí. Ha habido una gran distribución de colchones para que la gente pueda dormir al aire libre, de agua y comida para las personas que no tienen acceso. Además, hay ambulancias que van y vienen entre el epicentro y los hospitales de referencia. De esta manera, la gente de las aldeas puede ser evacuada rápidamente a donde puedan recibir tratamiento.

También pudimos visitar un par de pueblos cercanos al epicentro. Es realmente increíble la devastación que vimos. En las ciudades más grandes, los edificios más modernos parecen haber resistido bastante bien, pero muchos de los edificios tradicionales y los pueblos más pequeños acaban de ser completamente destruidos. No queda nada más que escombros y rocas. La búsqueda de supervivientes continuaba entre los escombros.