Columna de Jorge Ramírez Flores: Nueva ola pandémica, es mejor exagerar
Por Jorge Ramírez Flores, académico de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile
Las actuales cifras nacionales sobre la pandemia, con una aceleración sostenida de los contagios diarios, hacen presagiar una nueva situación de alarma poblacional y sobredemanda de los servicios asistenciales. Otra vez. En pocos días más es esperable alcanzar más de un tercio de los casos, de momento, más crítico de este año. Y no hay evidencias que permitan sostener que esto no seguirá empeorando.
Estos recurrentes e inciertos ciclos en que se desarrolla la pandemia, las conocidas “olas”, requieren de una respuesta rápida y flexible para su abordaje. Sin embargo, por razones que incluyen la disminución de cumplimiento de las medidas poblacionales (incluyendo la vacunación) y el agotamiento de la salud mental de los trabajadores sanitarios expuestos a largos periodos de estrés e incertidumbre, la “reserva” de respuesta y adaptación de los sistemas de atención de salud se ve cada vez más disminuida.
Esto es relevante, ya que elementos de la respuesta para enfrentar esta pandemia, como la expansión de camas de cuidado crítico, la estrategia de trazabilidad, o el proceso de vacunación, de no estar presentes o ser deficitarios, empeorarían aún más la compleja situación sanitaria.
Mucho del daño asociado a la pandemia puede ser considerado, razonablemente, inevitable. El desarrollo actual del conocimiento y las técnicas, junto con la estructura de priorización de problemas de las distintas sociedades y el complejo entramado de relaciones internacionales, hacen muy difícil pensar en un escenario de total anticipación a situaciones como las desencadenadas por el Covid-19.
Sin embargo, otra parte importante es el impacto generado por las medidas que se implementan. En las últimas semanas en Chile, decisiones tales como despidos abruptos y masivos de personal, cierre de gran cantidad de unidades especializadas, o cese no planificado de funciones de trazabilidad en atención primaria, afectan aún más la posibilidad de adaptación adecuada. Y la comunicación efectiva de riesgo no parece ir en la línea correcta hacia la población.
El llamado es a las autoridades sanitarias. En situaciones como las que enfrentamos nadie pudiese exigir perfección en la toma de decisiones. Pero por la gravedad e implicancias que se han ido conociendo de la pandemia, parece prudente usar criterios que a posteriori puedan ser considerados “exagerados” por sobre aquellos que arriesguen “quedarse cortos”. Se enfrenta a una nueva “ola” y es posible usar lo que se ha aprendido hasta hoy.