Columna de Jorge Sahd: América Latina en pañales
Por Jorge Sahd, director Centro de Estudios Internacionales UC.
En política, las formas también son el fondo. Más en política exterior, donde las relaciones son de Estado y deben trascender los impulsos del gobernante de turno. Las últimas declaraciones del Presidente Milei en su cuenta X (“poniendo a los zurdos en su lugar”) en apoyo a las primeras declaraciones de su ministro de Economía, revelan la creciente moda de mandatarios de insultar y ser comentaristas políticos de otros países, más que jefes de Estados a cargo liderar las relaciones internacionales de sus países.
Aunque el foco de atención es Milei, por lo novedoso y disruptivo, el infantilismo en la actitud de algunos Presidentes de la región se está haciendo común, con una sociedad que valida -e incluso celebra- las descalificaciones mientras vengan de su trinchera política.
Maduro en Venezuela llega al punto de la locura insultando a quien se interponga en su camino; Petro en Colombia se ha transformado en comentarista político diciendo que “ha ganado la extrema derecha en Argentina (…) triste para América Latina (…)” o “¡Viva la libertad carajo! Pero es sólo la libertad del 1% más rico de la población mundial”, a propósito del triunfo de Milei. El expresidente mexicano López Obrador no lo hizo nada mal, negando la presidencia pro tempore a Perú por calificar a ese gobierno como “espurio” y a su presidenta como “usurpadora del poder”. En tanto Bukele, el líder más popular de la región, se refirió a los casos de corrupción de la familia de Petro: “(…) ¿no es su hijo el que hace pactos bajo la mesa y además por dinero?”
La moda latinoamericana de insultar y transformase en comentaristas políticos de otros países, aunque dé réditos políticos de corto plazo, sólo contribuye a erosionar la figura de un jefe de Estado y de la democracia en general. Esta actitud en nada ayuda a resolver los múltiples y complejos problemas que requieren coordinación regional, como el crimen organizado, el narcotráfico y la migración. En vez de ponerse el overol, América Latina parece preferir los pañales.
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