Por Jorge Sahd K., director Centro de Estudios Internacionales UC

El TPP11 enfrenta el escenario político más favorable de los últimos años. Un grueso de la clase política, una parte del gobierno y, lo más importante, la opinión pública, están más conscientes de la necesidad de reactivar la economía y menos permeables a los mitos y falsedades contra el acuerdo.

¿Por qué entonces el gobierno se enreda en sus señales y ha optado por una side letters de poco sustento técnico? Por una razón política: intentar calmar al Partido Comunista y Apruebo Dignidad, su alma más contraria a la política de apertura comercial chilena.

Esto excede largamente al TPP11 y no es nuevo. El 2018, la entonces candidata Beatriz Sánchez señaló en su programa de gobierno que no se firmarían nuevos tratados y que se evaluaría su pertinencia con el Mercosur; mientras que el programa de primera vuelta del Presidente Gabriel Boric instalaba una suerte de “revisionismo” unilateral de los tratados. Más que cambios o mejoras, se traslucía un interés refundacional de la política comercial chilena.

Una política que, a la luz de estos 30 años, ha sido tremendamente exitosa. Según cifras de la Subrei, en tres décadas prácticamente se han duplicado el número de empresas exportadoras, productos y servicios exportados y países de destino, generando cerca de 3 millones de empleos directos o indirectos y cerca del 60% del PIB. Chile, como uno de los líderes en apertura comercial, construyó una reputación de país serio, confiable y predecible, fundamental en las relaciones exteriores.

Las side letters que buscan excluir a Chile del mecanismo de solución de controversias inversionista-Estado del TPP11 no tienen una razón técnica. Chile ya es parte de estos arbitrajes internacionales en otros acuerdos y el TPP11 no innova en la materia. Sólo seis juicios han tenido Chile en esta materia y sólo perdió en uno. Además, el propio TPP establece la facultad del Estado para fijar sus propias políticas públicas y regulaciones, como lo han hecho países con el acuerdo vigente, entre ellos Nueva Zelanda, Japón o Singapur.

No firmar o seguir dilatando la aprobación del TPP tendrá costos comerciales, estratégicos y reputacionales para Chile. La base ideológica del Presidente, ese fiel 25% de primera vuelta, debe entender que estas materias no pueden guiarse por criterios de política doméstica.