Por José Ángel Di Mauro, director de parlamentario.com; jefe de Política de Diario Popular de Buenos Aires, periodista y escritor
Sonó disruptivo, como ya disruptiva fue su propia campaña. Que ni bien asumiera, Javier Milei cumpliera con la decisión -que ya había trascendido, pero muchos descreían que cumpliera- de no hablar ante la Asamblea Legislativa y hacerlo en cambio fuera del Palacio Legislativo -de espaldas al Congreso, como remarcaron parlamentarios molestos-, ante la multitud convocada para celebrar su asunción, fue algo totalmente inusual. Que muchos tomaron como un desaire.
En el mundo Milei esa actitud tuvo sentido. Por un lado, el deseo del flamante Presidente de replicar una práctica de los mandatarios estadounidenses al asumir; por el otro, apoyarse de entrada en la gente, su máximo sostén, de espaldas a “la casta” que destrató a lo largo de toda la campaña.
El problema es que este Presidente que llega al poder tras apenas tres años de carrera política, con un partido construido en dos y un gobierno armado a las apuradas en menos de un mes, tiene una debilidad de origen, con la que deberá convivir a lo largo de toda su gestión: su número de legisladores. Ningún gobernante en Argentina padeció semejante situación: 15% de diputados y menos de 10% de senadores. Así y todo desafió a un Poder Legislativo que sabe que más temprano que tarde le mostrará esa endeblez a la que el domingo de su asunción soslayó.
Con todo, no fue un pecado mortal, a lo sumo otra muestra de audacia de un candidato que llegó al poder prometiendo un ajuste monumental que ya comenzó a anunciar a las 48 horas de estar en el poder. No tiene espacio para hacer otra cosa: la crisis heredada es fenomenal, y debe capitalizar el crédito popular que acaba de conseguir en las urnas.
Pero buena parte de esas medidas deberán atravesar el tamiz legislativo. Y allí Milei debe lidiar con un Congreso armado en función de los resultados de las elecciones del 22 de octubre, en las que consiguió solo el 30% y no el triunfo del balotaje, cuando ganó con más del 55%. Una realidad para la que deberá construir consensos.