Por José Miguel Cabezas, PhD en Política y Gobierno. Profesor Asistente del Centro de Investigación en Sociedad y Salud de la Universidad Mayor
Cada crisis es una oportunidad. La semana pasada el Servel “puso a disposición” en su sitio web la participación electoral, afiliación política y pertenencia a algún pueblo originario, incluyendo el RUN, de los casi 15 millones de electores habilitados en mayo de 2021. Hasta este día esos datos se entregaban con los RUN borrados, evitando socializar información sensible. Proteger la información sensible, como la militancia política, es importante pues podría utilizarse para perseguir políticamente a personas con ciertas características, por ejemplo, o para micro targeting de una casa comercial o de un candidato o candidata a algún cargo de elección popular.
Ahora, ¿es votar o no un acto privado o público? Me refiero al acto en sí mismo, no al contenido de este. Creo que votar es un acto público, pues está entre los pilares fundamentales de ser parte de la polis.
Desde la ciencia política hemos aprendido mucho sobre cómo se comportan los electores. Es momento de que en Chile debatamos sobre la información electoral. La Convención Constitucional propuso que la participación electoral sea obligatoria para los mayores de edad y voluntaria para los mayores de 16 años. Es un debate vivo y vibrante, que ha sido acallado por un Consejo del Servel que hasta sus últimos nombramientos, continúa perpetuando una sociedad falsamente binominalizada.
Votar debe ser un acto público de manifestación política, pero cuyo contenido es completamente secreto. Necesitamos más y mejor política y también más y mejor ciencia. Los altos niveles de desafección reflejados en bajísimos niveles de participación política tradicional o electoral, y el bajo nivel de confianza en las instituciones políticas, son solo caldo de cultivo para que las instituciones dejen de funcionar y vayamos erosionando cada vez más el contrato social.