Columna de José Rodríguez Elizondo: Con la diplomacia no se juega
Por José Rodríguez Elizondo, académico y exdirector de cultura e informaciones de Cancillería
Cuando Rusia negociaba con Alemania la entrega de Erich Honecker (1992), Clodomiro Almeyda, nuestro embajador en Moscú, le dio asilo por cuenta propia. Ante el revuelo mundial, nos quedó claro que las explicaciones no bastaban. El canciller Enrique Silva presentó su renuncia, el Presidente Patricio Aylwin se la rechazó y don Cloro -su amigo desde la Escuela de Derecho- fue reemplazado por Jimmy Holger, un brillante diplomático de carrera. Este debió negociar la solución menos penosa posible para Chile. Viví ese episodio como director cultural de la Cancillería y esa experiencia me ayuda a exponer las siguientes 7 conclusiones para la actual coyuntura:
1) La diplomacia, como la defensa, exige políticas de Estado y no de gobierno, partido ni amigos ideológicos. 2) En la defensa, es una realidad asumida: la Constitución define el ingreso a la carrera militar, los procedimientos para designar altos mandos, sus periodos y los condicionantes de su eventual remoción. 3) Visto que en la diplomacia no se ha llegado a ese nivel, el déficit se ha normalizado gracias a cancilleres y profesionales talentosos. 4) Pero, dada la complejidad de nuestra configuración geopolítica, esa realidad obliga a soslayar la negociación diplomática bilateral como método pacífico de solución de controversias. 5) Por reversa, en casos graves, quedan como opciones la concesión, la disuasión o la judicialización. 6) Esta manera de sobrevivir en modo coyuntural, tiene como peligro mayor el conflicto simultáneo con países vecinos, que los estrategos denominan HV3 (conflicto vecinal en tres frentes). 7) La mala noticia es que ese peligro mayor hoy lo tenemos a la vista y aumentado.
En efecto, con Argentina tenemos sentimientos complicados y facturas pendientes sobre soberanía. Con su objetivo marítimo en ristre, la Bolivia de Morales-Arce ya desconoció el tratado de 1904 y trata de inutilizar el de 1929 con el Perú. Los Presidentes de México y Colombia buscan enemistarnos con Perú. Venezuela ya confesó el envío de un “huracán bolivariano” y quién sabe qué otras cosas más. Ni siquiera en Ecuador nos quieren, porque quisimos quitarle su puesto en el Mundial de Qatar. Lula, con Brasil polarizado, no está en condiciones de romper lanzas por nadie.
Este contexto hace evidente la necesidad de una diplomacia sabia, prudente y respetuosa de las formas, que en lo internacional se identifican con el fondo. Por ello, junto con el tema del audio, me ha parecido asombrosa nuestra gratuita inmiscusión en el manejo de la crisis peruana en desarrollo. Es decir, nuestra opinión en CELAC adversa al único gobierno vecino con el cual teníamos la autodeterminación en paz.
Lo bueno de lo malo, es que esto debiera alertar a los constituyentes en desarrollo, para que consideren la profesionalidad diplomática como un tema de urgente necesidad.