Por José Rodríguez Elizondo, académico y exdirector de cultura e informaciones de la Cancillería
Tras el fallo de 2014 de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), Perú ganó 20 mil kilómetros cuadrados de océano y accedió a 30 mil que Chile registraba como adyacentes a su mar territorial. Según su Presidente Ollanta Humala, ello representó “más del 70% del total de nuestra demanda”.
Aquí, el Presidente Sebastián Piñera dijo que “Chile necesita una nueva Cancillería”. Su canciller Alfredo Moreno destacó que “ganamos un punto de principios”, pues la CIJ confirmó que la frontera partía del paralelo del Hito 1. Francisco Orrego, juez chileno ad-hoc anotó, con elegancia, que el fallo “no fue un desastre”.
Durante ese tiempo sostuve que el tema nació como coletazo de la presión boliviana por territorio y litoral chileno, que antes fue peruano. Sus tesis venían de un libro de 1977 del almirante Guillermo Faura, en el cual planteaba que, no existiendo tratado específico de frontera marítima chileno-peruana, Bolivia buscaba soberanía en Arica para salir al “mar de Grau”. En esa línea reproducía un informe jurídico de 1960, de nuestra Cancillería, según el cual no había tratado específico en la materia. Mapa en texto, proponía “corregir” la delimitación vigente.
Esas tesis se activaron en abril de 1986, tras nueva propuesta marítima de Bolivia. Un mes después vino a Chile Juan Miguel Bákula -líder intelectual de Torre Tagle-, para plantear a un sorprendido canciller Jaime del Valle que, a falta de límite marítimo específico, debía negociarse una frontera equitativa. Dejó un texto -el “memorándum Bákula”- que nadie respondió y que, en 2004, Alejandro Toledo invocó como “tema pendiente” ante un sorprendido Ricardo Lagos.
En 2008, conminado a asumir un pleito ante la CIJ, el gobierno de Michelle Bachelet lució descolocado. No se conocía el libro de Faura, se ignoraba el texto de Bákula y se soslayaba el informe jurídico de la Cancillería. Los presuntos expertos estuvimos divididos. Unos planteaban asumirlo, invocando dos tratados aproximativos. Otros preferíamos negociar, pues Chile nada podía ganar en sede judicial.
Moraleja 1: en los conflictos entre naciones más vale negociar o disuadir pues, según el icónico Talleyrand, “aún el derecho más legitimo puede ser discutible”. Moraleja 2: Torre Tagle confirmó su alto nivel de profesionalidad, imponiendo una estrategia de larguísimo plazo. Moraleja 3: Atento Chile: no hay sustituto para la profesionalidad diplomática.