Columna de Julio Borges: Venezuela 2024, el reto de salir de la franquicia cubana

Nicolás Maduro
Nicolas Maduro. Foto: REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria


Por Julio Borges, expresidente de la Asamblea Nacional de Venezuela (2017-2018)

¿Por qué Maduro decide desatar esta cacería de brujas contra la oposición? La respuesta radica en varios factores. Lo primero, Maduro esperaba que no se celebraran elecciones primarias en 2023. Hizo hasta lo imposible para impedirlas, y no solo se desarrollaron, sino que fueron un motor para sacudir a todo un país por sus cuatro costados y despertar nuevamente la esperanza y el deseo de cambio de un pueblo. Los venezolanos dentro y fuera del país encontraron una razón para creer que es posible salir de esta tragedia, y la oposición encontró un liderazgo con una hoja de ruta clara para lograr la salida del régimen por medio de elecciones competitivas.

Sin embargo, la razón de peso de por qué Maduro desata esta arremetida no solo obedece a la primaria y su éxito, sino también a su concepción cubana del poder. Por eso, el proceso de Barbados y las anteriores negociaciones han fracasado. Cuando fui al proceso de negociación en República Dominicana, era muy llamativo el hecho de que el jefe de la delegación de la dictadura nos repitiera, una y otra vez, frente a los Cancilleres y al Presidente de Dominicana, que “aún no se había entendido bien la naturaleza de la Revolución Bolivariana, porque se trataba de una revolución como la cubana, que no podía ser medida por las reglas de la democracia occidental”.

La pregunta sigue siendo la misma: ¿entendemos todos que quienes tienen el poder en Venezuela se consideran una franquicia de Cuba? Esto significa, en términos prácticos, usar el mismo disfraz revolucionario para demoler en la práctica todos los derechos humanos de un pueblo. Por eso nos preocupa que el petróleo y la migración sean el arma del autoritarismo para chantajear y obtener lo que desean de Estados Unidos, América Latina y Europa.

Maduro quiere hacer una elección cubana este año, sin oposición, sin garantías de competitividad y camuflajeándose en medio de un año marcado por los conflictos bélicos y el súper ciclo electoral de América Latina. Hoy más que nunca, Latinoamérica debe tener una voz firme y presionar a Maduro para lograr la habilitación de María Corina Machado, un cronograma electoral con una fecha definida y unas condiciones de competitividad para los comicios presidenciales en los que no solo se decidirá el futuro de Venezuela, sino de la región.

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