Por Julio Burdman, analista político argentino
El 20 de diciembre, a sólo 10 días desde su asunción presidencial, Javier Milei avanzó contra tres de los principales conceptos de la política argentina del siglo XXI: regulacionismo, gradualismo y piqueterismo.
Primero, firmó un mega decreto presidencial de desregulación económica, que deroga y reforma una enorme cantidad de leyes. El decreto aún deberá sortear oposiciones institucionales, ya que deberá ser refrendado por al menos una de las cámaras legislativas, y enfrentará presentaciones judiciales en contra. Pero así y todo, constituye una decisión revolucionaria que intenta poner fin a un andamiaje regulacionista de larga data que se consolidó durante los años del kirchnerismo.
El segundo concepto bajo asedio por Milei es el gradualismo. Método que caracterizó al gobierno de Macri entre 2015 y 2019. A diferencia de aquella experiencia, que creía en el reformismo gradual como programa de gobierno, Milei es un audaz que va con todo, bajo la convicción de que ése es su mandato electoral.
Y en tercer lugar, Milei introdujo una política de combate al piqueterismo, que es una escena social dominante y cotidiana desde 2001. Pese a la enorme impopularidad de los cortes de calles y rutas, los movimientos de desocupados y beneficiarios de planes sociales -vinculados en general a partidos de izquierda- ritualizaron los “piquetes” en las zonas metropolitanas. Y todos los gobiernos desde entonces pactaron y negociaron con ellos, lo que implicó una legitimación de su accionar y el reconocimiento de sus propios límites para gestionar la política social. Milei impuso límites a la forma de protestar, aplicando un protocolo para manifestaciones, y amenazó con sanciones económicas a los infractores: “El que corta no cobra”.
Su primera batalla fue exitosa, ya que logró disuadir la asistencia a la marcha del pasado 20, día del anuncio del decreto. Sin embargo, queda la duda de qué sucederá cuando se movilicen otros actores sociales más poderosos, como los grandes sindicatos. Los piqueteros de izquierda son ruidosos, pero su base electoral es exigua. Tal vez la política de Milei logre quitarles el “control de la calle” a ellos, pero no impedirá que otros sectores sociales no dependientes de los subsidios sociales expresen resistencias a las políticas económicas de shock.