Por Luis Benavente, analista político peruano y director de la consultora Vox Populi

Una de las prácticas elementales y comunes en la democracia es que el gobernante entrante da mensajes y toma decisiones encaminadas a lograr o mantener confianza y estabilidad política y económica, y eso, junto con el mayor respaldo político que pueda obtener, le permite iniciar su gestión con el pie derecho y aplicar su programa político, dentro de los códigos formales y fácticos de la democracia.

El nuevo presidente peruano ha hecho exactamente lo contrario. En lo político, Pedro Castillo ha designado un presidente del consejo de ministros (Guido Bellido) que no ha ocultado su simpatía por movimientos subversivos y tiene una investigación fiscal en marcha por apología al terrorismo; también ha designado a varios ministros cuestionados ética y profesionalmente. Un botón de muestra: un exsuboficial de policía que fue expulsado de la institución por medida disciplinaria es hoy nada menos que el flamante ministro de Defensa. Otro botón: un sociólogo exguerrillero de 85 años es el nuevo canciller y conduce la política exterior peruana.

En lo económico, el gobierno de Castillo ha logrado en tiempo récord alta inflación, fuerte subida del dólar, fuerte caída de la Bolsa de Valores, gran fuga de capitales, subida del riesgo país, congelamiento de inversiones, caída del empleo, etcétera, un panorama oscuro que ha deprimido a los peruanos.

Así, inestabilidad, preocupación y desánimo marcan el temperamento de un país que podría estar en la fase inicial de un proyecto político totalitario con recortes de libertades fundamentales, de acuerdo con los postulados marxistas leninistas ortodoxos del partido de gobierno. La reacción es fuerte y se expresa en manifestaciones callejeras, redes sociales, prensa, Congreso, instituciones como la Defensoría del Pueblo o la Contraloría General de la República.

A la vista no hay fórmula razonable de entendimiento, y las partes parecen haber iniciado la batalla de la democracia. El gobierno entiende la democracia a su manera, lejos de los postulados de la izquierda moderna.