Columna de M. Solange Favereau: Receso escolar adelantado y prolongado ¿En la dirección correcta?
Por M. Solange Favereau C., académica Facultad de Educación Universidad de los Andes
Las decisiones en educación no deben olvidar su principal destinatario: los estudiantes. Las decisiones bien tomadas ponderan una serie de variables y factores que sopesando el bien mayor inclinen la balanza hacia argumentaciones que provean más beneficios directos a los afectados.
La decisión del adelanto y extensión de las vacaciones de invierno a tres semanas en 14 regiones del país como medida ante la emergencia por el aumento en la ocupación de camas pediátricas de las distintas unidades de cuidados intensivos dado los virus respiratorios presentes, pretende resguardar la salud física de niños, niñas y jóvenes, pero esta medida que ha traído una serie de alteraciones tanto educativas como familiares, ¿ha sido bien ponderada?
Desde el campo educativo hay que precisar que, sin la debida antelación, tener que terminar procesos educativos bruscamente, entorpece y mutila el cierre de los mismos procesos de aprendizajes, en un período como el de final de semestre donde los docentes deben lograr la integración y síntesis de conocimientos y habilidades. Tener que ajustar el cronograma abruptamente y sin más remedio, conlleva un mal término para el logro de los objetivos y resultados de aprendizaje. Y claro que importa una semana menos, cuando esta se suma a muchas ya perdidas en este período de pandemia.
La educación es la que está en la UTI hoy en día, pero no es la educación en abstracto, sino sus niños y jóvenes quienes aún no se recuperan de la reducción de los aprendizajes y de sus brechas cada vez más profundas, una salud mental que ha sido debilitada y un estado emocional frágil, preocupante pérdida de 1,5 años de aprendizaje post Covid19 (Informe internacional Banco Mundial-Unicef, 2022).
Finalmente, cabe preguntarse: ¿esta medida acrecienta las pérdidas educativas? Hay que pensar proyectivamente las decisiones que afecten primeramente a nuestros estudiantes, porque tal vez sea tarde cuando queramos buscar “camas críticas” para recuperar una educación agonizante.