Por Marcelo Castañón, guionista

“No me tinca ni una”, me dice al teléfono. Hago el repaso:

-¿Elvis?

-Pff… Ni se parece a mi Elvis.

-¿Sin novedad en el frente?

-Más vieja que el hilo negro. Y nada de guerra, olvídalo.

-¿Top Gun?

-¿Está nominada? ¿En serio?

-Avatar

-Hijo, no voy a meter a tu papá a ver esa lesera.

Mi madre me pide que le recomiende una película. Es mañosa y entendida, no le gusta cualquiera. “Las nominadas al Oscar siempre son recomendables”, es el slogan que le repito porque no puedo seguir hablando, tengo que volver a la pega.

Eso tienen los Oscar, en el fondo. Hay injusticias, constante sensación de fraude, pero vas a la segura si te piden un dato. Por algo están ahí. No las he visto todas. Entre el trabajo y mis hijos adolescentes –sabrán entender- puedo esperar tranquilamente que salgan en alguna plataforma. Hace rato que para mí es una anécdota si ganan o no. Salvo que esté una chilena, obvio, porque ahí vuelvo a ser el espinilludo que se quedaba viendo esas transmisiones con Mariano Silva.

-Espera, hay una que tienes que ver sí o sí… Todo a la vez… No nó, Todo en todas partes… Everything everywhere… Algo así, una locura total, ¡búscala!

-¿De qué se trata?

Chuuu… Inmigración, gaps generacionales, crisis de la mujer post 40, discriminación, el peso de la burocracia, sueños frustrados, relación madre-hija. Todo en medio de multiversos surrealistas, es como la Being John Malkovich de ahora, te va-a-vo-lar-la-ca-be-zaaaa.

-¿Multiversos? ¿Es de superhéroes?

¿En serio fue lo único que escuchó de todo lo que le dije? Actúa el niño de Indiana Jones y el templo de la perdición, estuvo retirado y ahora volvió y está dejando la escoba. Y la actriz de El Tigre y el dragón, ¿te acuerdas?

-Mmff…

-Mamá, Indy es uno de los motivos por los que me dedico a esto.

-…

Uf. Último intento, la bala de plata: Actúa la Jamie Lee Curtis y de verdad está genial.

Bingo. El multiverso funciona: fan de Tony Curtis, Los enredos de Wanda, los Monty Python, ir al cine sola, la matiné que se traspasa, que lleva a Indy, a esperar la ceremonia, y volver a ser ese niño que sueña frente a una pantalla por un par de horas.