Por Marcelo Contreras, periodista
“Todos somos responsables”, sentenció el miércoles Alfredo Alonso, director de entretenimiento de la productora Bizarro, tras el caótico debut de Daddy Yankee en el Estadio Nacional. “No se improvisó en nada”, aseguró. Insuficiente, claro está.
En Chile, las productoras exhiben finta histórica para deslindar responsabilidades o pasar a la contraofensiva ante reclamos, como sucedió con un puñado de espectadores insatisfechos por los gruesos fallos técnicos de Iron Maiden en la Pista Atlética en 2001. La organización responsabilizó al gentío por pisar cables desprotegidos, y los fans agolpados en sus oficinas fueron correteados a garabatos.
La escena local registra una bitácora de incidentes cruzando géneros y audiencias. 500 guardias para 50 mil personas en Marco Antonio Solís en el Parque O’Higgins en 2005, fueron testimoniales ante masivos desbordes. Tristemente inolvidable la joven fallecida en Guns N’ Roses en el Nacional en 1992, y los tres muertos y 12 heridos por una avalancha humana en 2015, en un show punk en una sala subterránea de la Alameda.
Las productoras han jugado una ruleta rusa con un desprolijo manejo de masas, como ocurrió con las estrechas salidas de Lollapalooza 2022 en el ex aeropuerto de Cerrillos, y hace 10 años en el festival Maquinaria en Las Vizcachas.
Turbas atacaron los recientes conciertos de Gojira y Billy Idol en el Caupolicán, antecedentes que debieron ser considerados en Daddy Yankee. La industria tuvo alarmas de este fenómeno concertado en redes sociales con New Order en enero de 2019. Hoy existe un público dispuesto al acceso sin boleto, en una vulgar mezcla de resentimiento y el síndrome FOMO -fear of missing out- traducido como “temor a perderse algo”.
Hay opciones para mejorar la experiencia en vivo. Si la locomoción se complica porque el Metro cierra a las 23:00, adelanten el horario. “Es que el chileno sale tarde de la pega”, responden en el medio. Pero si compras un ticket meses antes como se estila, te acomodas. Que una demanda auspiciada por el Sernac no sea un saludo a la bandera, puede desincentivar los flancos de flojo servicio y planificación, que de tanto en tanto exhibe la industria de la música en vivo local.